lunes, 11 de diciembre de 2017

Salamanca (y otros descubrimientos)

          Recientemente he viajado a Salamanca  por un motivo concreto y para mí insólito: participar en unas "Jornadas de Duelo y Acompañamiento en el Dolor", promovidas por el Departamento de Salud Mental Del Hospital Universitario. He participado como ponente y como oyente y me ha sorprendido cuánto se puede aprender escuchando a personas que hablan, con sinceridad y reflexión, de su dolor. De la muerte de la persona más querida, de la desilusión y la ausencia y de qué hubieran necesitado -o necesitan- para sentirse acompañados. Se trata de aprender a tratar a quien sufre para no añadir más dolor al dolor. 
 Animal fantástico en la iglesia de San Martín. Se debe sentir muy solo

    No menos me ha sorprendido la belleza de la ciudad, visitada una única vez hace muchos muchos años. Al enfilar la calle Zamora y divisar las torres de la Catedral Nueva y de la Vieja, me he preguntado cómo he podido vivir tanto tiempo sin contemplar la cálida piedra de Villamayor y el recio granito de Los Santos, las dos canteras que llevan milenios surtiendo de materia noble a las artes y estructuras urbanas; sin medir las inusuales anchuras de su Plaza Mayor o regocijarme con los turistas que buscan la rana sobre la calavera en la fachada de la Universidad. Claro que tengo una disculpa: vivo en Granada. No necesito decir más. Pero a pesar de la cotidiana y abundante belleza granaína, conviene salir, cambiar de aires, ver otras gentes, apreciar otras maneras.
Torre de la Catedral Vieja, que, al contraluz, me recordaba
 a las stupas hindúes

           Ha sido en cierto modo un viaje de investigación: sobre mí misma y mis cambios. Un viaje de descubrimiento, sin prisas ni ansias. No pretendo escribir una guía turística (las hay a docenas) ni un libro de autoayuda sobre el duelo (también habrá unos cuantos), únicamente me propongo exponer mis experiencias, mi visión, algunas fotografías y mis cavilaciones sobre el tabú que supone la muerte en nuestra sociedad.
La catedral Vieja y la Nueva

           Me he sentido libre por las calles y paseos de Salamanca, sin obligaciones de ningún tipo, ni siquiera obligaciones culturales, viendo únicamente lo que me apetecía y parándome sólo donde se me antojaba, como una bachillera que se fuma las clases y vagabundea armada de cuaderno y cámara.                                                              
       
          Y sí, siento predilección por la románica, la Vieja, con su peculiar cubierta de escamas de piedra. 


                                             

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