lunes, 4 de junio de 2018

Almadén: pasión por las minas


Galeotes de tierra, sabed que al sevillano Bartolomé de Medina debéis los temblores que os toman desde el subsuelo, los ahogos del horno de fundición y vuestra vida de mineros insólitos en Almadén del Azogue. Porque de antiguo se conocían las afinidades entre mercurio y oro, sabida era en minería su capacidad para unirse y liberarse, ningún alquimista ignoraba la naturaleza espiritual de Hermes y su papel fundamental en la purificación del alma... Pero nadie hasta 1554 procedió a amalgamar mercurio y plata.

¿Qué significa esto? Que Bartolomé de Medina inició un nuevo modo de beneficio de la plata -el beneficio del patio se llamó- que permitía un aprovechamiento mejor y menos costoso del preciado metal. El mercurio se mezclaba con la plata, junto a otros componentes y en diversos pasos, hasta formar una amalgama que se sometía a fusión para separar ambos elementos, quedando así disponible la plata pura. A partir de entonces, el azogue se convirtió en un elemento industrial de creciente importancia en la economía del Imperio español; toneladas de azogue lastraban las naves que partían de Sevilla a Nueva España, las mismas que deberían regresar cargadas de plata.

Ya no se ansió el cinabrio como fuente de bermellón suntuoso y ornamental, sino como llave del mercurio y, en consecuencia, las minas de Almadén se convirtieron en la joya de la Corona. Pero, como es propio de la Corona española, no las explotó directamente, las cedió a sus acreedores, en concreto, en los siglos XVI y XVII (de 1560 a 1647), a los Fúcares, los famosos banqueros alemanes. Y éstos, persiguiendo el máximo lucro, buscan mano de obra fuerte y barata, para lo que solicitan del rey que les envíe a condenados a trabajo forzoso, es decir, galeotes. Y así los forzados podrán elegir entre galeras y galerías, entre acabarse en el mar o en la tierra. Por rufianes, por hurto y robo, crímenes de sangre, bandolerismo, pero también por la culpa inevitable de ser lo que son: moriscos del Albaicín, gitanos o esclavos.

Con los forzados, la producción se duplica; hacia 1590 la Corona se preocupa por la condiciones de vida de los mineros y envía a un juez visitador con el encargo de averiguarlo todo: documentos, cuentas, número de trabajadores, alimentos que reciben, cuidados médicos, horarios, descanso, castigos, si son liberados cuando se cumple el plazo de su condena... Y ¿quién será este visitador? Pues Mateo Alemán, el autor del Guzmán de Alfarache.

Alemán se toma su misión en serio, averigua y toma documentos, usa de su autoridad contra administradores y cargos de la mina, elabora el llamado "Informe secreto", de enorme valor histórico... Y ahí queda todo, porque recién acabado su trabajo, recibe la orden de olvidar y pasar a otra cosa.

¿Acaso con estos pocos datos que cuento no os he contagiado mi pasión por las minas? ¿No resulta apasionante su historia? Recientemente he visitado Almadén y mi fascinación ha crecido. Apenas puede verse un ápice de lo que hay, pero basta para embelesarme: superficie y subsuelo marcados, paisaje y memoria de los campos, monumentos artísticos y edificios técnicos. Hasta una dehesa donde, en el siglo XX, los mineros se soleaban y saneaban, pues echaban ocho jornadas al mes en la mina y las restantes en las labores del campo que mejor les vinieran. Y archivos apenas explorados que guardarán sabrosos secretos.


Y las escombreras sembradas de grama. Y las máquinas ya inútiles, que, cosas mías, cuanto más abandonadas más me gustan. Y ruinas. Y la imaginación que se me va a las otras dos grandes minas de mercurio que existen en el mundo, las únicas comparables con Almadén; la de Huancavelica, en Perú, y la de Idria, en Eslovenia (la joya de azogue del Imperio Austrohúngaro). 



El primer hospital dedicado a enfermedades laborales y el informe riguroso e inspirado de un buen médico, el catalán José Parés y Franqués, Catástrofe morboso de las Minas Mercuriales de la Villa de Almadén del Azogue. Historia de lo perjudicial de dichas reales Minas a la salud de sus Operarios y exposición de las enfermedades corporales y médico-morales de sus Fossores, con la Curación respectiva de ellas (1778), ms, 644 fls. Porque este es otro inmenso campo: los efectos tóxicos del mercurio, los azogados, la contaminación del aire y la tierra...

Resumo y acabo: ¡me lo paso en las minas como una enana con farolillo!










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