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domingo, 15 de octubre de 2017

GRANADA EXÓTICA

     
La Alhambra, con todo el aroma del exotismo
      
Vivo en una de las capitales del exotismo, en una Granada doblemente exótica por oriental y nostálgica de su orientalismo.
        A menudo, en la nostalgia añoramos lo que nunca existió, siendo el pasado un territorio tan propicio a la ficción como el futuro y, en este sentido, tanto da hablar de futurismo como de historicismo, tan fantasiosa la novela histórica como la de ciencia-ficción, aunque a menudo la fantasía de aquella resulta más burda y sus anacronismos, más insoportables.

        ¿En qué consiste el exotismo? No voy a abordar complejidades al modo de Edward Said, si bien coincido con él en lo principal: exotismo suele acompañar a colonialismo. Pero, básicamente, es un sentimiento; más una ilusión que un concepto, inseparable de la idea de Oriente y Occidente, esa geografía mítica de la que no logramos desprendernos los "occidentales". Una mezcla de inferioridad y belleza, de placer y peligro... Pero un peligro calculado, comedido, pensado para servir de acicate al placer.

        Ya viene de antiguo; por fijarme un punto de partida, pienso en Marco Polo y cómo abrió las puertas de Europa a la fantasía, a la aventura, a los horizontes sedeños, a la barbarie refinada. ¿Quién no ha soñado con palacios de mármol florido? Penumbras perfumadas, alfombras de oro y seda. Aves parlantes en el jardín. Granada tiene ese sabor y aunque su realidad abarque innumerables facetas no exóticas y no menos atractivas, los turistas vienen en busca de una perla oriental perdida en Occidente. 

       No seré yo quien tire la primera piedra, yo, que borracha de Mil y una noches, transmutada en osado príncipe desflorador, escribí este poema (lo titulé "Oriental", por supuesto):

Tras la celosía
Exótica o no, siempre bella
tus ojos y tu prisión.
Ante la celosía
el cielo y los jardines.

¿Y mi caballo?
¿Y mi palacio?
¿Y mis sedas?
¿Y mi harén?

Lo he perdido todo
por no tener
nada que perder
al quebrantar tu celosía.


         Oriente y Occidente, espacios mentales en los que habito, quiéralo o no, y a los que sucumbo de vez en cuando.

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