sábado, 28 de septiembre de 2024

Unos días en Oporto

Le sobran atractivos a Oporto, pero comienzo hablando del Palacio de la Bolsa porque la historia de su construcción y el solar que ocupa me resulta curiosa:

El Palacio de la Bolsa linda con la iglesia de San Francisco, única parte del convento franciscano que sobrevivió al fuego la noche del 24 de julio de 1832, en el transcurso de las Guerras Liberales. Unos diez años más tarde, la reina María II donó las ruinas a los comerciantes de la ciudad, que aprovecharon el gran espacio para construir la sede de la Asociación Comercial, la Bolsa y el Tribunal de Comercio. Me resulta curioso que el vasto Patio de las Naciones, cubierto con una hermosa cúpula acristalada y decorado con los escudos de armas de Portugal junto a los de una veintena de países con los que mantenía relaciones comerciales, ocupe lo que fue un claustro conventual del siglo XIII. Transformación indicativa de la marcha de la economía portuguesa en el XIX, muy ligada a la británica y entregada a un capitalismo expansivo con vocación ilustrada; o así me lo parece al mirar la calidad de relieves, pinturas y hasta el pavimento, adornado con motivos geométricos que reproducen los hallados en las recientes excavaciones de Pompeya. Yuxtaposición de épocas y formas, eclecticismo que florece en salas opulentas, escalera regia, cúpulas espléndidas. Y, para que no falte nada, una Sala Arábiga inspirada en la Alhambra de Granada. Ya lo sabemos, es fácil invocar a la Alhambra para  prestigiar cualquier edificio de tono oriental, aunque en belleza no le llegue ni al zócalo, pero, comparaciones aparte, los diseños geométricos y la vistosidad de los dorados de esta sala se muestran admirables.

Con todo, este Palacio de las transacciones económicas no representa sino una mínima parte de la ciudad y no la que más me atrae; a mí lo que me chifla es el desgaste, la decrepitud, la vida, el sentido estético cotidiano presente en calles opulentas o humildes, esa sensación de ciudad orgánica que crece, se pudre, nace, se renueva, se adapta… La sorpresa en el camino, esquinas, fachadas, comercios… Lo que picoteo con mi cámara y expongo en este blog.

Me callo, que llegan las fotografías.

     1. Cúpula que cubre el Patio de las Naciones

    
    2. Interior del Patio visto a través de los vidrios que forman su cerramiento

     
    3. Puertas acristaladas con el mismo vidrio "acuático"


    4. Sala Arábiga, columna y paredes.

     
    5. Techo
6. Puerta

Y pasamos a las calles, vistas a mi manera:

    7. Azulejos de antes

                            8. Azulejos de ahora

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                         22. A la entrada del Mercado de Bolhao. Ignoro si los múltiples collares 
                         que adornan la imagen son de buena ley. 

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                      28.

    29. Cuando la tarde declina, un angelote le regala una gargantilla a su amigo

       30. Otra Virgen donde menos la esperas

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Lo que más me admira es advertir signos de vida -ropa tendida, una maceta con su regadera, visillos-, rastro de habitantes en edificios que parecen ruinosos.   

Y aquí lo dejo, de momento. Hasta pronto.