jueves, 31 de octubre de 2024

Que van a dar a la mar

 

La metáfora de las vidas como ríos que desembocan en el mar es vieja y afortunada, muy anterior a Jorge Manrique, aunque fue éste quien la expresó en versos de una belleza tan bien equilibrada que después de él poco queda por decir al respecto. Las Coplas a la  muerte de su padre sintetizan y combinan de modo perfecto razón, fe y dolor. Imposible no recordarlas cuando se habla de ríos y mar, de despedidas y exequias.

Cada pueblo, cada  época y civilización honra a sus muertos de diferentes e incluso contradictorias maneras. Nuestra sociedad intenta ocultar la muerte, no pensar en ella, disimularla; se habla de muertos más que nunca –en noticias, películas, juegos─ pero se oculta su realidad; se relegan a los tanatorios y son incinerados o enterrados del modo más discreto. Habría mucho que hablar sobre este olvido tozudo, sobre este apartheid al que sometemos a la muerte, pero lo dejaré para otra ocasión.

Hoy ofrezco unas cuantas fotografías de cementerios y lugares varios de postrimerías en diferentes países y culturas, sin pretensiones de abarcar la totalidad; sencillamente, he elegido las que me quedaban más a mano, en el ordenador: alguna de la India, de Japón, Italia, Carcasona, Madrid, Portugal, Granada...

Y como colofón, un poema inspirado en el Genil, río de palabras que fluyen naturalmente hacia una tácita referencia manriqueña.

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Del cementerio de Lecco, a orillas del lago de Como, me llamó la atención su fondo de montaña y la gran cantidad de figuras que miraban hacia las alturas.

      1. Lecco

                             2. Lecco

Del Monumental de Milán, cementerio, ejemplo arquitectónico y museo de artes varias, tan solo esta imagen:


        3. Milán

De Portugal, una humilde tumba infantil, antigua, pero con un muñeco reciente:

                              4. Lisboa, cementerio dos Prazeres

Y una de Aveiro, elaborada con esos azulejos en que son maestros los portugueses:

       5. Aveiro

Sin salir de España, una de Madrid, del Sacramental de San Isidro:

     6. La piedra recuerda

De Sevilla:

      7. La piedra quiere volar

De Granada:

      8. La piedra duerme. Me dice un amigo que a esta escultura la llaman de "La bella durmiente" y que las recién casadas dejan a sus pies los ramos de flores.

La leña es un bien escaso en Benarés, un tesoro necesario para alcanzar la liberación, el moksa, para romper la cadena de reencarnaciones y abandonar definitivamente esta vida. Las pilas de ramas se custodian, se codician, aunque con leña resulta imposible incinerar por completo un cadáver; los restos no consumidos por el fuego se arrojan al Ganges, confiando en su poder de purificación.

Aire turbio de humedad y cenizas.

      9. Benarés, el Ganges.

Pasupatinath, en Nepal,  constituye uno de los santuarios más importantes de los dedicados a Siva, identificado aquí como Señor de los Animales. En esta zona no escasea la leña, el sagrado río Bagmati nace en los Himalayas, a él van los restos humanos no quemados.

La humareda corresponde a una pira funeraria; recuerdo el olor de las cremaciones, pican la nariz y los ojos, resulta insoportable.

     10. Nepal, Pasupatinath

Entre las múltiples bellezas de San Petersburgo, se cuenta el cementerio histórico de Tijvin, donde están enterrados grandes artistas, como Fiódor Dostoyevski o Modest Musorgski. Parque, jardín y museo.

    11. San Petersburgo

Carcasona luce un cementerio pequeño y bien cuidado, en el que proliferan las tumbas de caídos en la Segunda Guerra Mundial y las flores hechas de cerámica. Lo visité un día de sol furioso, de ese que anula los colores.

     12. Carcasona

En Japón todo es distinto, también los cementerios. Tuve la suerte de pasear sin prisas por el de Okunoi, inmenso, con más de doscientas mil tumbas, del que se dice que no alberga muertos, sino almas en espera. Se encuentra en Koyasan, centro del budismo shingon y lugar donde descansa su máximo profeta, Kobo Daishi.
Las tumbas se alinean, se superponen, suben y bajan por las laderas de una colina poblada por un bosque de cedros centenarios. Lo considero uno de los lugares más bellos que he visitado en mi vida.

     13. Okunoi, en Koyasan (Japón)

Me intrigó y me sorprendió la abundancia de estatuillas, en piedra, que representaban niños, bebés, abrigados con gorritos y grandes baberos. He sabido después que representan a aquellos niños que no han podido nacer o han muerto siendo muy pequeños, de manera que no han podido acumular buenas acciones que les permitan ir al paraíso de paz; caen en el cauce seco de un río donde les atormentan los demonios; son tan pequeños que no saben defenderse, pero existe un bodhitsava piadoso que les ayuda: Jizo les seca las lágrimas, los defiende, juega con ellos y, si es posible, los toma en brazos para cruzar el río y llevarlos al otro lado, al del bien. A Jizo le rezan las embarazadas, el padre y la madre que han perdido a un hijo; cualquiera que ame a estos niños les pone gorro, babero, algún juguete, montoncitos de piedra con los que piden compasión a Buda.
En el budismo no hay dogmas, pero sí creencias, y esta que he resumido aquí, me conmueve.


      14. Niños "Jizo"

De la mágica ciudad de Praga (mágica, a pesar del excesivo turismo), rescato una imagen del camposanto de Vysegrad:

  15. Vysegrad

Y sin salir de Praga, termino con el Cementerio Judío Antiguo:

    16. Cementerio judío en el barrio de Josefov

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Como prometí, aquí va el poema, Distracciones de río:


Ya se funde la nieve y se derrama

por la desgarradura del barranco.

 

Barro, arroyo, agua que amanece

donde nunca pensara ver la aurora:

en el cuenco de una mano abierta

con los dedos manando cauces frescos.

 

Caricias de agua, quiebros de río,

aliento de álamos, despertar de espigas,

melodrama de ranas sorprendidas

por el hambre de raudos cazadores.

 

Huerto, vergel, almunia, arriate…

Todo lo da la vega viva: Genil

que reanima la tierra con sus pulsos,

río de aguas siempre complacientes

a albercones, acequias y canales,

que entretiene su curso, receloso

de perder alma y nombre en agua ajena.

 

Humano en distracciones y perezas.

Tan semejante a mí y a mis temores:

sin prisa alguna por llegar a la mar.

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Este post o entrada es mi manera de recordar y honrar a cuantos amo y se han ido para siempre. Sin prisa por unirme a ellos.














lunes, 21 de octubre de 2024

En los jardines de Granada, o de la Alhambra

Cliquead en el siguiente enlace si queréis oír la canción:

https://youtu.be/aW7NWAsaQfU?si=-OiY7xFYdOIN8TGe


        

Me pongo a escribir sobre Granada y me quedo en blanco; sin duda, la cercanía me acorta la vista. Más que cercanía, inmersión: vivir dentro de la fruta, un grano más entre tantos, me impide verla. En alguna parte he leído que en la antigua Grecia, se creía que el granado florecía sobre las tumbas de los héroes. Pero el rojo intenso de la flor no es sanguíneo sino celeste, por luminoso. El fruto, resulta de simbolismo complejo y oscuro para la mentalidad actual: reúne fecundidad, muerte y resurrección.


De pronto, un recuerdo. La canción
melancólica que cantaba mi madre; comenzaba así: “En los jardines de la Alhambra, cerca del Darro y el Genil”… La busco en Youtube y sí, la encuentro, y al escucharla descubro una diferencia en la estrofa inicial, dice “En los jardines de Granada”, más otra, mínima, más adelante, “clavel” en lugar de “jazmines”. La canta un tal Rafael Medina, en una recopilación de éxitos de 1931 a 1942. La sorpresa, mayúscula, surge cuando descubro que el autor de letra y música fue un compositor rumano, Ion Vasilescu (1906-1960). La información sobre este músico es escasa y en lengua rumana, de manera que más que entender, deduzco que la escribió para la opereta titulada “Alhambra”, una de las muchas obras que compuso en abundancia y acierto para teatro y cabaret. Curioso viaje el de esta canción, de Bucarest a España, pasando por Rafael Medina hasta llegar a mi infancia en la voz de mi madre, que cantaba admirablemente. O había cantado, porque yo no conocí su voz, sino la sombra de su voz.

           Cuesta de los chinos

Apenas abordaba los jardines, comenzaba a dolerse, “¡Con lo que yo era, que se me escuchaba en toda la plaza!”, “He perdido la voz”. Pero a mí me gustaba oírla y hubiera querido que cantara sin interrupciones ni lamentos.

             Caminos entre el bosque de la Alhambra

“Allí los besos son más dulces/allí podrá rivalizar/el suave aliento de tu boca/con los jazmines y el azahar”. Si la letra responde a un pretérito florido-engominado, la melodía (tango slow) sabe a nerolí añejo; sin embargo la conjunción de ambas me agrada, evoca unas formas de amor y expresión que nunca he deseado para mí, pero fueron las vividas por habitantes de un tiempo pasado, las de mi padre y mi madre, las de mi recuerdo infantil, motivos bastantes para aceptarlas con afecto.

    Cuesta de los chinos

   Atisbando entre las ramas del bosque de la Alhambra


        Monumento a Ganivet

        Jardines del Generalife en invierno

                        Otoño avanzado

       Carmen de los Mártires

         Carmen Rodríguez Acosta

      Patio de Lindaraja

       Paseo del Salón (Uno de los jardines de Granada)

      De Quinta Alegre (otro)