Volví
hace poco de un viaje que me ha permitido asomarme al Egipto clásico,
faraónico, para comenzar a comprender una civilización brutalmente resumida en
los textos escolares, por disculpables imperativos didácticos: una civilización
que comienza hacia el 3300 aC y acaba cuando es absorbida por Roma (se da la
fecha convencional del año 31), aunque su religión y escritura jeroglífica
siguió estando viva hasta finales del siglo IV, cuando Justiniano ordena cerrar
sus últimos templos. Más de tres mil quinientos años, con sus reyes,
jerarquías, administración, arquitectura, artes plásticas, literatura… no
entran en la cabeza del estudiante que ha de asimilar la historia universal;
necesariamente, al enseñar hay que simplificar, y así, muy simplificados eran
mis conocimientos sobre el mundo egipcio. Algo de sus monumentos y el nombre de
sus reyes más notables, que si Amenofis, que si Ramsés, que si el “místico”
Akhenaton… sin olvidar al extraordinario arquitecto Imhotep o el “bombazo”
llamado Tutankhamon… Más la visión de Hollywood, deformada pero de innegable
atractivo, con sus multitudes de esclavos, sus analogías imposibles, sus amores
hondos y desdichados. Y las momias, esas
momias egipcias siempre ansiosas de abandonar sus espléndidos y sucesivos
ataúdes para acceder a una edad nueva en la que hostigar a sus habitantes.
Comencé
a vislumbrar un Egipto más cierto cuando me acerqué a su literatura, al Cuento del Náufrago, al de Los dos hermanos, al de Sinuhé (base de la novela de Mika
Waltari); en ellos afloran modos y gentes imposibles de imaginar atendiendo
solo a los datos históricos. Una vez más, la literatura se volvió el mejor
vehículo para mis viajes en el tiempo; por poner un ejemplo, estas frases de
Sinuhé ayudan a imaginar la concepción egipcia de la muerte: “Has pensado en el
día del embalsamamiento en que serás conducido a la eterna bienaventuranza. Te
será consagrada una noche con aceite de cedro, y las manos de Tait (‘Señora del
lino’, diosa del arte de tejer) te colocarán las vendas. Se hará tu comitiva el
día del entierro; tu envoltura de momia será de oro, la cabeza de lapizlázuli,
y habrá sobre ti un dosel. Serás puesto en el sarcófago, tirarán de ti unos
bueyes, te precederán cantores, se ejecutarán las danzas rituales y a la puerta
de tu sepultura se recitarán las invocaciones de sacrificio y se matarán para
ti víctimas” (h. 1950 a.C.). Pero no solo disponemos de literatura, para
nuestro regocijo, no había aspecto de la vida ─material o trascendente─ que no consignaran
por escrito; los escribas dejaban constancia de transacciones, pertenencias,
rezos, himnos, poemas, burocracia…
Se
calcula que solo un uno por ciento de la población sabía escribir, pero ese
mínimo porcentaje se empleó a fondo, legando al futuro un filón de documentos
que nos informan de múltiples aspectos de la sociedad egipcia.
Mi
viaje a través de la literatura ha ganado infinitamente al combinar los
testimonios escritos con la visita a los hipogeos, pirámides, templos,
poblados, con sus esculturas, columnas, salas, patios, pilonos, relieves y
pinturas. Arte admirable concebido de una manera muy diferente a la nuestra,
porque pretende la perfección, entendida como fidelidad a fórmulas consagradas
y consolidadas por los siglos (milenios), sin intervención consciente de la
personalidad individual.
Aproximación
al mundo egipcio que me ha provocado una multiplicación de las preguntas, pues
cuanto más sé de algo, más crece la conciencia de cuánto ignoro. Nos pasa a
todos y en todos los campos, aunque por fortuna, en egiptología los conocimientos aumentan sin cesar y cada día un buen
número de egiptólogos bien preparados y entusiastas excavan, escrutan,
descubren, traducen, confrontan y publican. Esta ha sido una de las partes más
gozosas del viaje, la de conocer ─directa o indirectamente─ a arqueólogos
entregados a su trabajo, en el que unen ciencia y pasión. Un privilegio el visitar yacimientos en proceso de excavación
y proyectos en curso. Y una suerte tratar con los socios de la Asociación
Española de Egiptología (AEDE) a los que cariñosamente llamo “egiptomaniacos”
por su amorosa dedicación al mundo del Egipto clásico.
Sin
embargo yo, que no soy egiptóloga ni egiptomaniaca, vibro con este ayer
sobrecogedor, pero no me impresiona menos el hoy, el Egipto actual, con sus
gentes (ciento siete millones de habitantes), su transformación imparable, sus aldeas
y el inmenso Cairo, los turistas, sus campos de un verdor esplendoroso
lindantes con el más árido de los desiertos ─por cierto, solo al contemplar este
contraste brusco entre fertilidad y desolación, he comprendido en todo su
significado la frase de Herodoto: “Egipto es un don del Nilo”.
Y
los burros tan chiquitos, y los perros sin amo, y ciclomotores, motocicletas automóviles…
en continua efervescencia sonora. Pero también el pan delicioso, el falafel, la
caña de azúcar, la fruta bienoliente. Y de nuevo el Nilo, siempre el Nilo, inmenso
y generoso. Y el sol que muere, atraviesa las tinieblas en su barca pero se
sobrepone a ellas, las vence y logra renacer. Porque todo renace, todo sigue su
ciclo, de eterno adiós y eterno retorno.
https://www.aedeweb.com/
En todo lugar surgen los niños, tan contentos de ver turistas.
El río Nilo, a punto de caer la noche sobre El Cairo
Precioso trabajo sobre Egipto. Mi más sincera enhorabuena a la autora.- F. Gil Craviotto.
ResponderEliminarGracias a ti, Francisco, por leerme, maestro.
EliminarQué maravilla de viaje, de relato y fotos. Enhorabuena, Josefina, por ir y luego deleitarnos con tus experiencias. Inma Nogueras.
ResponderEliminarMe alegra proporcionarte un buen ratillo, Inma. Gracias.
EliminarAnonadada me quedo por el relato tan perfecto de tu maravilloso viaje al lejano Egipto. Exquisitas las fotos.
ResponderEliminarGracias.
EliminarMil gracias por compartir este viaje a Egipto, Josefina!! Precioso...y con tu relato e imágenes dan aún más ganas locas de conocerlo!! Un abrazo
ResponderEliminarMe alegra despertar interés por el Egipto Antiguo y llamar la atención sobre el actual. Gracias.
EliminarExtraordinario! (magníficas las fotos) Me pones los dientes largos, Josefina, no solo por el viaje, sino por la necesidad vital que me has creado de leer y saber más sobre Egipto. Jorge
ResponderEliminarTe recomiendo que entres en la página de la AEDE, en el próximo blog incluiré bien el enlace, aunque resulta fácil entrar desde Google. Tienen charlas, documentales y vídeos varios en YouTube, y son amenos y rigurosos.
EliminarSi tú entraras en el mundo del Egipto clásico, acabarías escribiendo una novela, seguro.
EliminarMaravilloso Egipto y mas maravilloso viaje; tantas vivencias compartidas, tantas cosas aun por descubrir, y tantas ganas de regresar una vez mas......Julitos
ResponderEliminarUna experiencia completa, muy rica, intensa y agradable.
EliminarHola Josefina: Sin duda has vivído una gran experiencia, gratificante e instructiva, no creo que pueda viajar a Egipto, pero tu reportaje me traslada a esa magnífica y original cilivización que fue el Antiguo Egipto . A través de ti viajo y me encuentro en esa maravillosa cilivización. Grande Egipto, como grandes son tus palabras. Gracias.
ResponderEliminarGracias, ojalá que sea así, que viajes con mis palabras, en alguna medida.
EliminarExcelente artículo tuyo sobre el misterio remoto y persistente que supone el antiguo Egipto.
ResponderEliminarGracias. Misterio, sí, pero no más que cualquier otra civilización antigua.
EliminarUn verdadero placer leerte, paisana, y un gozo contemplar tus fotografías. Gracias por el envío. Abrazos.
EliminarMuchas gracias, paisano. Un honor que te guste.
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