¿Qué deseo? Igualdad de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres. Y una mirada limpia por parte de todos. Quizás esto, la mirada limpia hacia el prójimo, sea lo más difícil de conseguir y lo más necesario.
Con respecto a los cuentos, no
cambiemos los antiguos, fraguados a lo largo de siglos; nos permiten
criticar, interpretar, descubrir arquetipos y modelos, ya sean válidos o
deleznables; en cualquier caso, nos incitan a pensar. Como este de Caperucita,
tan presente en el imaginario colectivo. Y en mí, desde niña.
Para que nacer mujer no marque el destino, para que no lastre la vida, para detenernos en significados, para no envidiar a los hombres... este pasaje en palabras a sueños de antes.
Sueños de Caperucita:
Soñaba con ser hombre para poder volar, para penetrar en
la selva, para nadar entre delfines. Soñaba con ser hombre para vivir y amar,
para tener una historia diferente. Soñaba con ser hombre y solo era una niña.
Quería ser Supermán, pero era Caperucita; Ulises, y se
veía condenada a ser Penélope; ansiaba ser Aquiles, pero era la esclava
Briseida.
En silencio viajaba como Simbad mientras sus manos
pequeñas rechazaban la palabra marimacho que le lanzaban en los juegos.
Oscuramente presentía la marca de Caín en su frente, pero no, hasta la maldad,
la maldad grandiosa, era cosa de hombres; para la mujer quedaba la ruindad, la
indecencia, la vileza.
Frente al héroe que
vive, las heroínas sujetas a un destino que les impide moverse; lo más que
pueden hacer para acercarse a la gloria es casarse con un héroe, parir héroes,
o ser la hija de un héroe.
Crecía. Soñaba con
amar y la asediaba el matrimonio; soñaba con sendas recónditas y se le abría un
único camino recto; quería huir de la cárcel de su sexo, de la familia, del
tedioso rincón que la sociedad le había reservado. No deseaba ser el botín que
se disputan los guerreros, pero tampoco quería ser el guerrero.
Casi mujer, se sentía condenada a no ver más ríos que los
regueros de agua que se escurrían al otro lado del cristal, las gotas, el vaho;
se contemplaba a sí misma en una ciudad lejana y desconocida, mirando siempre
por la ventana, disuelta su vida en las nubes.
No anhelaba un príncipe azul, pero sí un aventurero que
la salvara con su amor.
Conoció a príncipes,
pícaros y piratas y comprendió que ningún hombre podía salvarla, que ni
siquiera sabían salvarse a sí mismos, que solo había una salida: vivir en
soledad, como una loba perdida que renuncia a su manada.
Se lanzó al mundo
creyendo ser una loba esteparia. Pero nunca dejó de ser Caperucita.
(De mi libro "Cuentos desobedientes", en busca de editor)
Excelente. Otra genialidad de las tuyas. Felicidades.
ResponderEliminarMil gracias.
EliminarPrecioso Josefina; ¡mil gracias por compartirlo !
ResponderEliminarEs un placer, escribo por necesidad propia, pero cobra sentido cuando lo comparto.
EliminarGenial, y redondo princio y final.Gracias
ResponderEliminarMuchas gracias, me ocupo de que así sea.
EliminarBravo!! ¿Terminará alguna vez de forma total la discriminación?...
ResponderEliminarOjalá, pero no lo creo, cuando disminuye una, crece otra. Yo quiero igualdad, un trato justo para las mujeres, no quiero condescendencia ni alabanzas ni trato de favor. Cuando no te discriminan por mujer, te discriminan por ideología, contactos o clase social, cuando no por joven o por vieja. En el mundo no existe la igualdad de derechos. Hay que exigirla en todos los campos. Y, muy importante, predicar con el ejemplo: menos discursos y más hechos.
Eliminar"Que guevos tienes"!!!!
ResponderEliminarPRECIOSO.
SocraM.
¡Cómo eres! Lanzado y grande.
EliminarMuy inspirado tu relato Josefina, nadie quiere ser salvada a estas alturas, tampoco ser del sexo opuesto aunque si sus ventajas, quedemos con que Caperucita es un cuento que refleja una época y poco más , gracias
ResponderEliminarA mi entender, el cuento de Caperucita refleja mucho más que una época; no solo porque la situación de la mujer fuera de occidente suele ser muy dura, en esta misma época nuestra, sino porque refleja conflictos permanentes en cualquier sociedad, como el existente entre sensatez (el camino recto) y libertad o entre naturaleza salvaje (bosque, lobo) y orden humano. Más alguna otra característica presente en mitos y religión, tal que el castigo inherente a la desobediencia.
ResponderEliminarPor otra parte, nadie quiere ser salvado, pero las sectas proliferan, y los timos amorosos, y la sumisión al amado o amada.
Me surgen tantas preguntas sobre la mujer actual... Por ejemplo, la niña que hoy día, despierta o dormida, sueña con ser Barbie, ¿sigue un camino de libertad?
Paro aquí, porque voy camino de escribir otro blog.
Un abrazo.