miércoles, 16 de febrero de 2022

Agradecida y dichosa, os ofrezco la espléndida reseña que Marina Tapia (poeta y artista plástica) ha elaborado sobre mis "Ejemplares vivos a la luz de la luna" y con la que presentó este libro el pasado 11 de febrero, en el Centro Artístico de Granada, junto a mí; ambas bien acompañadas por un auditorio interesante y activo. Como sé que las fotografías en mi blog animan e incitan a  la lectura, añadiré unas cuantas, relacionadas con espejos.

                                       T 4, Barajas

PRISMA BAJO LA LUNA (por Marina Tapia)

¿Qué simboliza para cada uno de nosotros el elemento del espejo?, ¿de qué carga alegórica
lo dotamos?, ¿cómo cambia nuestra relación con él a lo largo de la vida?, ¿nos
identificamos con el reflejo que él nos muestra?, ¿vemos una cualidad utilitaria o, por el
contrario, prima lo simbólico?, ¿qué tipo de espejo nos guía?, ¿dan diferente reflejo los
adornados con volutas doradas a los fríos y funcionales de un probador de tienda?
Ejemplares vivos a la luz de la luna de Josefina Martos Peregrín, además de
contarnos una historia central que nos atrapa, nos hace reflexionar sobre asuntos de orden
metafórico e interno, nos transporta a ese mundo de las ensoñaciones que lamentablemente
perdemos con el tiempo y la adultez. Hace girar una noria de historias, pasajes y
acontecimientos variados en tiempo y espacio, con los que vamos deleitándonos a la vez
que ese interior más vivo gravita sobre preguntas y planteamientos. Este puzle que la
autora nos regala, con su voz cercana, irónica, fresca, culta y plástica, orbita bajo el reinado
de la luna, de esos misterios que el ser humano no ha podido descifrar pero que siguen
atrayéndonos siglo a siglo. Y sabemos que el argumento no es lo más importante en esa
armazón que Josefina levanta, que la sustancia principal con la que procura nutrirnos la
autora, es el desdoblamiento, la contemplación, lo suprarreal, lo ignoto de las
civilizaciones.
Mordamos la manzana hipnótica de nuestra Lilith, volvamos a los cuentos
tradicionales, al orbe de las narraciones, a las plagas ancestrales. Dejemos que con este
libro nos invada el oriente al que nos resistimos, que nos pueblen los asombros y prodigios
degustados en el mundo rural por nuestros abuelos, que las lindes de lo fantástico nos
acaricien, que los tulpas multipliquen la percepción de nuestra realidad, que vuelva a
flamear esa isla de niñez perdida, que renazca el juego de máscaras alrededor de nuestra
identidad, que se vuelvan vulnerables todas las certezas brindadas por la cultura, y dejemos
que su caleidoscopio de narraciones vivas nos deslumbre. Derribemos al fin las líneas
divisorias de la historia, reconociendo que todas las edades son cíclicas.
Josefina me cuenta que hay tres autores muy presentes en este trabajo: Alexandra
David Néel (investigadora, budista, traductora y viajera), J.M. Barrie (creador de Peter
Pan) y Román Gubern (estudioso del cine). De éste último, mi amiga cita una frase que
exprimió para sacar su delicioso jugo y que dialoga perfectamente con su libro: “El hombre
comprendió muy tempranamente que su identidad era vulnerable, pues dejaba jirones de
ella por donde pasaba, en forma de huellas, sombras y reflejos”.
Otro elemento muy interesante de la obra es la transformación de nuestro cuerpo
con el paso del tiempo, la conciencia de la vejez, la compleja relación que tenemos con
nuestra figura, y las dudas de la existencia de un alma debajo de nuestra armazón de carne,
vísceras y huesos. De alguna manera, todos somos Narcisos, todos dependemos, en mayor
o menor medida, de esa imagen que nos devuelve un reflejo, todos sustentamos el ego o la
autoestima en esa estampación de nuestro rostro. Josefina se pregunta “¿cómo sería el
mundo sin espejos? O más exactamente, ¿cómo fue?. Porque muchos milenios debieron
transcurrir antes de su invención y, cuando se produjera, comenzaría siendo un artilugio
burdo, imperfecto, que avanzaría lentamente hasta la lámina de metal pulido, aún lejana la
nitidez y el brillo del azogue o del nitrato de plata aplicado al vidrio. Resulta chocante
pensar que hubo un tiempo en que las personas no conocían su propio rostro ni podían
contemplar el conjunto de su cuerpo, salvo si se miraban en las aguas de un lago calmo...”.
El humor, la agilidad mental, las descripciones precisas y sensoriales, son otros de
los puntos destacables de sus “Ejemplares vivos”. Su literatura transita por una variedad
inmensa de escenarios y, en ningún momento, nos resulta difícil acompañar a Josefina por
esos largos pasadizos o descorrer las telas sutiles y o los telones gruesos de los múltiples
ambientes que describe.
Después de un mes de grata y estimulante inmersión en este volumen, una serie de
cuadros quedaron rondando en mi cabeza: fotografías certeras, fogonazos de reflexiones,
destellos de diálogos internos, atardeceres de enigmas, paisajes de preguntas. Porque este
libro deja imágenes que se mastican poco a poco, porque en las innumerables leyendas y
semblanzas que recoge hay una vibración plástica que nos acompañará durante días.
¿Qué buscamos al leer un libro? En mi caso, yo busco que se desate un poco la
realidad que está apretada en un nudo ciego, deseo que deje un poso de sedimentos fértiles
que me valgan para nuevas cosechas y búsquedas, anhelo que suelte un enjambre de
inquietudes. Y esto justamente es lo que hace Josefina de forma magistral. No dejéis de
leer esta obra.

Marina Tapia

https://marinatapiaperez.blogspot.com/

                               En el Rastro de Madrid

                   A veces, lo más permanente es el reflejo.

                                  Un momento de la presentación, por cortesía de 
                                  Carmen Salas del Río, también poeta.

                    Museo Reina Sofía, en Madrid.


https://editorialamarante.es/libros/narrativa/ejemplares-vivos-a-la-luz-de-la-luna