jueves, 22 de octubre de 2020

"El vuelo de la arcilla", antología de poemas

Os presento "El vuelo de la arcilla", un hermoso libro que recoge los poemas ganador y seleccionados, del certamen "Geoverso en el Geoparque", promovido por la Asociación "La Oruga Azul" y publicado por la editorial Hebras de Tinta. Hermoso y necesario, pues urge el cuidado de la Naturaleza: quién se atrevería  hoy a negar que el cambio climático está aquí, con sus desastrosas y universales consecuencias y que, dado el incremento en la velocidad de destrucción, resulta perentorio sanar las heridas del planeta.

Cubierta realzada por la magnífica
fotografía de Fernando Ortíz 


Salgo a pasear, por la sierra, por campos y jardines, miro al cielo, pasan las nubes... Cuesta creerlo, parece que todo está en su sitio. El mundo sigue siendo bello, en sentido idílico y edénico, aún gozamos de frondas frescas, flores y ríos bullidores. Bello también cuando nos enfrenta a las arenas del desierto, la violencia del tifón o la lava derramada. El mundo sabe ser bello incluso en su destrucción; a mí, por ejemplo, me arrebata el espectáculo del óxido en un desguace o la costra de salitre en el reseco mar de Aral. Pero no está en juego la belleza, sino la vida. La del planeta, la total: humana, animal, vegetal, geológica, mineral; la pureza de las aguas y del aire, el ritmo de las estaciones, de la lluvia y los vientos, el equilibrio entre seres y fuerzas.

No somos los amos, no tenemos derecho a disponer del planeta, es tan nuestro como de las mariposas o las chinches, las ardillas o las ratas. Necesitamos cambiar. Y renunciar, imposible el cambio sin la renuncia. El mejor reciclaje, no usar. El mejor coche, el combustible más limpio, la calefacción más barata: los no usados. Pero demasiado sé que a menudo no podemos elegir: el plástico nos inundará mientras sea un subproducto barato -baratísimo- del petróleo; el consumo excesivo se mantendrá mientras tantas -tantísimas- personas trabajen en la producción de "bienes" de consumo. Círculos viciosos, cadenas de producción y posesión que nos atan.

Pasmoso complejo industrial abandonado (Uzbekistán)

Me acosan cuestiones de difícil respuesta: "Somos demasiados, pero ¿quién sobra?"; "Debemos renunciar a lo superfluo, sin embargo, resulta que tú llamas superfluo a lo que yo considero imprescindible", "Hay que poner límites al desarrollo, pero ¿los países que llevan doscientos años destruyendo el planeta tienen derecho a imponer límites a aquellos que empiezan a destruirlo ahora?".

En uno de tantos países que han empezado a generar basura más tarde que otros (Perú)


No tengo las respuestas; reflexiono, en todo caso prefiero guiarme por organizaciones ecologistas más que por políticos profesionales; actúo, humildemente, en la medida que puedo: si me basta una bombilla, no enciendo dos; me abrigo, en vez de encender la calefacción; me ducho en tres minutos, uso el transporte público. Tantas pequeñas cosas... Y alguna grande: no medir éxito o felicidad por las posesiones o el dinero.

En un país rico, uno de los primeros y mayores trastocadores del equilibrio natural (Nueva York)

Observo, pienso, escribo. Participo en el "Vuelo de la arcilla" con este poema que resultó ganador, hecho que me alegra y me honra, pues de verdad que los poetas antologados son de altura:


Cambio de rumbo


Volvió la paloma,

guante de plástico colgando del pico.

No saldremos del arca,

todavía.

Llegaron las noches

y la luna entró por la rendija.


Un día creció la luz,

la rendija se volvió pantalla

y la paloma se transformó en sonda,

pero antes, su último regalo:

dos cucharillas, casi nuevas, para picnic.


Dormimos,

cápsulas de hibernación compartidas con animales.

Despertamos. Y no había luna,

sino un astro tras otro. Anónimos, perdidos.

Nuestra obsesión

corrigió el rumbo.


Al fin la Tierra, otra vez la Tierra:

compuertas abiertas, estampida feliz,

patas, cuernos, antenas, alas libres.

¿Saldremos del arca?

Nunca.

Noé,

que conocía nuestros corazones insaciables,

puso rumbo al infinito.


Incluyo los siguientes enlaces, para que podáis acceder a la reseña publicada por el poeta Enrique Villagrasa en la revista Librújula, y la aparecida en el Ideal.digital, que recoge el comentario de Carmen Hernández Montalbán.

http://www.librujula.com/actualidad/2864-poemas-para-joan-brossa-y-para-la-naturaleza

https://www.ideal.es/culturas/libros/libros-recomendados-semana-20201017000429-nt.html?fbclid=IwAR0qQiph3dMNMZLoIh5iVf6pLmY5A6t2qzXbjTfNyIH4N-pCKKII5BS_0CU

Por último, si alguien está interesado en adquirir el libro, puede contactar con laorugazul2013@gmail.com


domingo, 6 de septiembre de 2020

El mar, de delirios dotado.


Delirio de mar en el atardecer. "El mar, de delirios dotado": verso tomado de "El cementerio marino", de Paul Valery
Arboladura del galeón Andalucía, fiel reproducción de un galeón español del siglo XVII
Islote de Mouro (Cantabria)
Siempre me atrajeron los faros, los altos, encaramados sobre peñas y necesitados de farero. Aun reales, formaban parte de la fantasía, de la literatura y el cine; la de farero me parecía una envidiable profesión y aunque dudaba de si podríamos ejercerla las mujeres, nunca dudaba de que viviría a gusto a solas, leyendo y viendo el mar. No tenía muy clara la responsabilidad que conllevaba aquel trabajo, pero suponía vagamente un horario de trasnoches o madrugones que estaba dispuesta a arrostrar con tal de sentirme parte del viento y del piélago espumoso.

Era niña y había leído a Espronceda y a Andersen, y poco después a Verne y a Stevenson, de manera que los otros faros, los automáticos, los de puerto, me parecían poca cosa, sin atractivo ninguno, porque ¿cuánto no vería un farero en su soledad eminente?, ¿cuánto que nunca podría contar a los sensatos terrestres? El farero, la farera, estaba condenado a la locura, bien por los misterios incomprensibles que avistaba en las aguas, bien por la simpleza del juicio de la gente que vivía a ras de tierra, y esta locura, este destino trágico y distintivo se me antojaba un aliciente más de la profesión.

Con los años, inevitablemente me serené, me ocurrió como a Borges: "Cuando era joven me atraían los atardeceres, los arrabales y la desdicha; ahora las mañanas del centro y la serenidad". Es natural, nos ocurre a la mayoría, pero nadie lo expresa tan bien como él.

Sin embargo, a pesar de la ansiada serenidad, el misterio de los mares no ha hecho sino crecer a lo largo de mi vida, alimentado por Lovecraft, el capitán Marryat, el Arthur Gordon Pym de Poe, por Melville, Conrad y tantos otros creadores, el más reciente, Sánchez Piñol con su novela "La piel fría". Aunque la madurez me ha llevado a renegar de los piratas, no he perdido el sentido romántico del mar, no solo gracias al cine y a la literatura, sino sobre todo a los numerosos viajes a costas diferentes, cercanas, distantes, agradables, hostiles, paradisiacas o penosamente urbanas. Todas me interesan, en cada una de ellas la vida se adapta de una forma particular que vale la pena observar. Incluso la especie más abundante e invasora, el ser humano, en una de sus variedades más molestas, el "Turistus adustus" (téngase en cuenta que "adustus" en latín significa "tostado", quemado, "socarrat", que diría un valenciano) es digna de observación: me alegra el alma contemplar a los niños que juegan en la playa, su sorpresa ante la ola, su deleite por vestir tan poca ropa, su incesante juego con la arena, los chinorros, las piedras y caracolas... Es verdad, ya lo dijo Tagore en el bellísimo texto que comienza "En las playas de todos los mundos se reúnen los niños".


Aunque no se adivine, todo lo anterior viene a desembocar en una confesión: he dado en el vicio de visitar cementerios marinos; cierto que colecciono cementerios de todas clases, pero últimamente me pirro por los cercanos al mar, aquellos donde el horizonte nos concede una nítida paz azul o una bruma borrosa, según el talante del día. O de nuestra alma.

Cementerio en una isla de Croacia
De Castro Urdiales (Cantabria)

De Comillas, en un promontorio sobre el mar (Cantabria)

Castro Urdiales, magnífica combinación de arquitectura y escultura funerarias.
Cementerio de Ciriego, en Santander

jueves, 9 de julio de 2020

Dedicado a Guadix

Detalle de uno de los barrios de casas-cueva

Para quien no lo sepa: Guadix es una ciudad situada al norte de Sierra Nevada y perteneciente a la provincia de Granada
Me acuerdo tanto de Guadix... Para vivir prefiero Granada, cierto, pero Guadix fue mi primera ciudad adoptiva y creí que en ella me ganaría la vejez. Nada es seguro, nada dura para siempre, ningún plan resulta infalible, lo sabemos y sin embargo necesitamos planear.

Planear... Palabra con más de un sentido: sobre la tierra y el tiempo, sostenidos por el aire, hacia el ocaso, hacia el futuro.

Añoro a mis amigas y amigos de Guadix. Los echo en falta tanto como a sus cielos; claro que en Granada también los hay, y en todas partes, pero no son los mismos, o yo no los encuentro.

Iglesia de san Miguel (en primer plano), catedral y relieves de "badlands"

Irrepetible amistad, irrepetibles firmamentos, de nubes y luz, de viajes hacia el sol y nieve que se anuncia. Mejores no los conozco. La ciudad se despuebla, los barrios se vacían; "la arruga es bella", decían, "la ruina también", digo yo, pero Guadix se merece la belleza de una nueva juventud. Quizá para compensar el sentimiento de dolor que me causa pasear por su centro histórico, imaginé a los ángeles de la catedral sobrevolando a escondidas, de noche, sus calles, campos y cerros asombrosos, y con ellos compuse un poema.

Recordadlo: hasta los ángeles saborean la belleza de Guadix.

Cúpula de la catedral


Travesura de los ángeles lampadarios de la catedral de Guadix

-Cuanto pesa la luz en la lámpara dormida,

cuánto duelen las alas de ya nunca volar,

dime, ¿vendrás conmigo, si planeo la huida?

-No me atrevo, me asusta abandonar mi hogar.

Aunque... Si es por un rato, una breve salida...

-Sí, vamos y volvemos, nadie se enterará.


Y a la siguiente noche de la luna escondida

jugaron a ser niños con alas que estrenar,

de Guadix a los cerros, a las cumbres erguidas...

A la urgencia del alba el arrebol de la vida

ayudó a que llegaran a tiempo a su lugar.

Para todos pasó la andanza inadvertida,

ni el sacristán oyó sus voces contenidas:

-Eh, ¿lo repetiremos?
                                   -Cómo no. Sin dudar.



    




Uno de los dos ángeles lampadarios esculpidos por Torcuato Ruiz del Peral. 

Son dos, y al parecer, se llevan bien.   

Mis fotografías no les hacen justicia, ni a los ángeles ni a Guadix. 

Mecerecen una visita, para contemplar, primero; sentir, a continuación. Y fotografiar, si apetece.            






Atmósfera, tormenta, "badlands"
   
Perfil al llegar la noche
          
Altiplano y Sierra Nevada

Chimenea industrial, paso a nivel del ferrocarril, cerros, nieve.

domingo, 31 de mayo de 2020

El acederaque, ese desconocido.

En el autobús, cuando en invierno venía a Granada desde Guadix, me encandilaban los frutos amarillos y decorativos de unos árboles cuyo nombre ignoraba y deseaba ardientemente conocer. Los veía al borde de la carretera, ya cerca de la capital, desde poco antes del cerro del Sombrero; no había desarrollado todavía la capacidad cognitivo-visual que ahora me permite encontrarlos por toda Granada; qué cierto que, por más de una causa, vemos principalmente con el cerebro y a menudo los ojos no registran aquello no reconocido por la mente.


Acederaque se llama el árbol y en él me detengo hoy, no para un estudio botánico exhaustivo, sino para un acercamiento que engendre respeto y, si fuera posible, amor.

Pertenecen los ejemplares granadinos al género Melia y a la especie más extendida -desde su origen asiático- por Europa, África y América: la Melia azedarach (NL), presentando el género Melia la muy notable característica de ejercer la mayor absorción de CO2, entre las especies arbóreas urbanas, con la consiguiente reducción de la contaminación.


Algunas publicaciones aseguran (Dios perdone su ignorancia) que en España, nombre y árbol, lo introdujeron los franceses en el siglo XIX, siendo lo cierto que Abú Zacharía habla de él ya en el siglo XIII, en su libro sobre la agricultura andalusí, donde atestigua sus numerosas virtudes, hoy tristemente olvidadas: el buen hálito de su sombra y altísima calidad de su madera; la utilidad de las hojas como tinte para telas y cabellos, a los que, además, fortalecen. Sobre los frutos coincide en su toxicidad con numerosos autores, pero otros provechos no despreciables los adornan: de ellos se extraía un gas inflamable e inodoro excelente para el alumbrado, y resultan notables sus poderes insecticidas. Y llegados a este punto, urge eliminar posibles errores debidos a la imprecisa nomenclatura popular que a veces confunde el acederaque con el nim de la India o el paraíso de Persia; para evitar equívocos, selecciono tan solo la información referida al Melia azedarach, en nomenclatura de Linneo. En España recibe nombres diferentes, según épocas y lugares, a menudo compartidos con otras especies: árbol de Paraíso, cinamomo de Castilla, canelo, rosariera, sicomoro falso, agriaz...


Mencioné su muy notable poder insecticida, reconocido e investigado actualmente por varias universidades y empresas. Nos hablaba Abú Zacharía del uso del fruto seco y pulverizado como eficaz tratamiento contra los piojos y autores persas daban recetas para fabricar con él pomadas contra la tiña y la sarna. He encontrado publicaciones sobre el desarrollo de productos insecticidas, en América del Norte y del Sur, tomando como base los principios activos -los triterpenoides- de las hojas y frutos; en Cuba se fabrican  desde tiempo inmemorial insecticidas artesanales a partir de esos mismos ingredientes. Entre sus ventajas sobresalen las de no ser tóxico para los mamíferos y no dañar a los insectos benéficos.


En el siglo XVIII, también el ilustre botánico José Quer y Martínez (Flora española o historia de las plantas que se crían en España, 6 vols, 1762-1778) insiste en sus propiedades insecticidas, sin olvidar su magnífica madera, buena para ebanistería y viguetas de construcción.

Por si fuera poco, la meliacina, obtenida de las hojas, ha dado resultados positivos contra la enfermedad ocular causada por el virus del herpes.


Y, ya de remate, las flores no son muy vistosas, pero emiten un perfume agradable y los huesos de la semilla se perforan sin esfuerzo -presentan un orificio natural en cada extremo- por lo que se han utilizado tradicionalmente para fabricar cuentas de collares o rosarios (de ahí el nombre de rosariera), no solo en España, sino incluso -¡pásmense!- en el Tíbet.

Ah, además el acederaque aguanta la sequía, las heladas, las malas podas y crece rápido; quizá por esta suma adaptabilidad en algunos lugares se la considera especie invasora. ¿Sí? Pues que todos los invasores sean como éste. 

Me gustan los ramos de bolitas, concentran la luz y me permiten creer
 que algún día fabricaré un rosario, o un collar.


martes, 21 de abril de 2020

Lectura de John Donne en tiempos del coronavirus

"Ningún hombre es una isla, ni se basta a sí mismo; todo hombre es una parte del continente, parte del todo. Si una porción de tierra fuera desgajada del mar, Europa entera se vería menguada, como ocurriría con un promontorio, con la casa de tu amigo o la tuya: la muerte de cualquier hombre me disminuye, porque soy parte de la humanidad; así, nunca pidas a alguien que pregunte por quién doblan las campanas; están doblando por ti."

Ya no doblan a muerto las campanas, sino los noticieros, escritos, hablados o televisados y el golpeteo continuo de las redes; el redoble resulta menos bello, menos teatral; sin embargo, el efecto es idéntico: algo nuestro muere con la muerte de los otros, y en esta pandemia de Covid 19 los otros, los muertos y dañados, son demasiados y demasiado continuos. Me falta capacidad para asimilar tanta desgracia;para Donne resultaría más fácil, me digo, puesto que creía firmemente en Dios y en el orden de su creación; de hecho la meditación y el poema que comienzan con la frase "Ningún hombre es una isla" surgen del sentimiento de pertenencia a una comunidad, partiendo de la comunidad que mejor conocía y a la que pertenecía: la Cristiandad. Pero trasciende los límites de su religión para considerar hermanos a todos los hombres; aún más, y más sabio, no solo hermanos sino miembros de un mismo cuerpo; mujeres y hombres, viejos y niños, forman parte de un solo organismo.

Su meditación (cuyo primer párrafo me ha servido de encabezamiento) se yergue magnífica y la metáfora en torno al libro, particularmente hermosa, porque concibe que entre todos formamos un mismo volumen, de manera que "cuando un hombre muere, no es que un capítulo sea arrancado del libro, sino que es traducido a una lengua mejor". Lamentablemente, carezco de ese consolador sentido de traducción a la eternidad; cada página arrancada se me torna insustituible y cuanto más cercana a mi capítulo, más se debilita mi propio significado.

Admiro la sabiduría de John Donne y envidio su seguridad al afirmar "la mano de Dios está en cada traducción posible y su mano habrá de reunir de nuevo todas nuestras páginas dispersas en esa biblioteca en que cada libro estará abierto ante los demás." Me sorprende y me gusta este Dios bibliotecario, librero, traductor, lo añado a mi colección de dioses amados en los que, sin embargo, no creo. Pero sí creo en nuestro libro viviente; es más, puede que hoy en día seamos muchos los que nos abstenemos de ese Dios de Donne, pero, en cambio, nos hemos propuesto ampliar el cuerpo común del amor a todos los seres vivos, animales, plantas, naturaleza y la tierra entera; el mundo al completo ha de caber en ese libro total, de personajes interconectados, de relatos cambiantes, de páginas que se ganan y se pierden continuamente, donde las nuevas ocupan el lugar de las viejas, amarillentas, roídas, arrancadas... Primorosas, detestables, comprensibles o no, todas me afectan, pero hoy me duelen con especial hondura los capítulos de mis semejantes, tantos, demasiados, que ya no podremos leer.

            (Citas de John Donne tomadas de Devociones y duelo por la muerte, ed. Navona, en traducción de Jaime Collyer).



Curiosa estatua funeraria, puesto que John Donne posó para ella en vida (1630), envuelto en el sudario con el que sería enterrado. Murió unos meses después de ser acabada la obra.


Tallada por Nicholas Stone, fue la única escultura que sobrevivió al incendio que devastó la catedral de Saint Paul, en 1666. Allí, en Londres, permanece.













Ese mundo desconocido, 
esa escalera al cielo donde 
seremos traducidos al mejor
de los idiomas.





(Mina Rica de Pulpí, en mi opinión, un ejemplo de amor mal entendido: si queremos conservar la geoda, mejor no visitarla tanto).








Página arrancada,

páginas nuevas,

páginas que desaparecen.













(Museo de las Ciencias, Granada).



Animales, no mascotas ni adorno ni diversión; tampoco material industrial. En todo caso, hermanos por los que velar. (Islas Ballestas, Perú)
     
Hemos de encontrar un punto de equilibrio que nos permita visitar la naturaleza sin destruirla.
La buena intención no basta; el sentimentalismo estilo "Disney" perjudica. (Lugros, Granada).



martes, 3 de marzo de 2020

Pasmos y enigma de Palermo





Pasear por las calles de Palermo supone interrogarse una y otra vez sobre las puertas, abiertas o cegadas, en muros antaño monumentales; saltar de uno a otro enigma inserto en costanillas y callejuelas; preguntarse quién se asoma a ese balcón sin cuerpo, ya mero voladizo; a quién pertenecieron muñecos y sillones y si alguna vez la seda lució brillante y sin arrugas.

No es que toda la ciudad se caiga de vieja, pero esa es la parte que más me atrae, con palacios olvidados, comercios que apenas lo son y mercados al aire libre de frutas y peces sorprendentemente frescos extendidos entre arcos que se desmoronan: sobrepasas un cúmulo de alcachofas moradas goteantes de rocío y entras en el atrio de una iglesia que algún día debió de ser grandiosa.

Exvotos de latón, eccehomos en urnas, maravillosas y omnipresentes decoraciones escultóricas de los hermanos Serpotta, que dominaron el secreto de la escenografía barroca en blanquísimo estuco. Y en las calles, patios y vicoli, altares modestos cuidados por... ¿Quién elabora, quién cuida esos altares mínimos cargados de fe? Docenas de incógnitas se suceden ante el forastero, ante mí, que paseo sorprendiéndome a cada paso, elevando a categoría de enigma aquello que desconozco, y desconozco tanto...

Quizás el más hondo enigma, el único tal vez, sea este: ¿Qué parte del paisaje urbano de Palermo se debe a la acción de la Mafia? Quedan a la vista huellas púnicas, griegas, romanas, normandas, bizantinas, árabes, españolas, novecentistas... Con todo su abundantísimo patrimonio artístico. Y el mar, el puerto, el monte Pellegrino, pero ¿cuánto de lo que vemos ha surgido de la Cosa Nostra? Sin duda se ha implicado en la construcción privada, en obras públicas, servicios de limpieza, en la muy rentable protección obligatoria. Más todo lo que no llego ni a imaginar.

Una guerra feroz asoló Sicilia en los años noventa, hiriendo especialmente a su capital. Pero ya pasó, no aparece en las noticias, no suena, no se ve... Aunque, ya se sabe: el mejor truco del diablo ha sido convencernos de que no existe.

El deterioro no resta nobleza y la belleza de la Fuente Pretoria, con sus numerosos habitantes de mármol, pide una visita.
Clamar contra el Estado en Sicilia es apoyar a la Mafia, todo el poder que el Estado pierda lo detentará la Cosa Nostra. Y si alguien duda de sus nefastos efectos, que lea e investigue un poco.
Nunca he visto "mercado de pulgas" tan pulgoso como el de Palermo y, sin embargo, tan singular y vivo: un paraíso para fotógrafos, sobre todo para aquellos que, como yo, estamos tocados del amor al "arte póvera" y al "objeto encontrado".
Ni la pobreza ni la ruina implican, en este altar, abandono; cualquier mañana aparecerán flores frescas.
Santa Rosalía forma parte de la vida cotidiana de Palermo. Altares, referencias, oraciones y unos ruegos muy acertados ("Santucha, libéranos de la inmundicia, de la ignorancia, de la incivilidad"). Joven, bella, virgen, mártir, con una calavera y un libro, y santuario en una gruta de monte Pellegrino.

El puerto de Palermo, razón y origen de la ciudad que creció alejándose del mar, como ha ocurrido en numerosas localidades mediterráneas. Pero aun así, mantiene barrios con brisa y gaviotas.

Mercado del Capo


Ruina, prosapia pretérita, estética actual.
No dudo de la utilidad ni de las razones científicas de esta cura de esparadrapo en un capitel, pero solo he visto tal cosa en Sicilia.
Un parque infantil, en Palermo. Yo tampoco lo entiendo. Juro que no se trata de ningún montaje fotográfico, es así, tal cual, ¿para que los niños se vayan acostumbrando?



"Contra toda forma de violencia". No puedo dejar de recordar a Leonardo Sciascia, quien, en "El día de la lechuza", por mencionar una de sus obras, hace responder a un personaje perteneciente a la "bella cosa":  "¿La voz pública?... Pero ¿qué es la voz pública? Una voz en el aire, una voz del aire: y lleva calumnias, difamación, viles venganzas... Y, además, ¿qué es la mafia?... Una voz también, eso es la mafia: que existe todos lo dicen, dónde está, nadie lo sabe..."










viernes, 17 de enero de 2020

Colores en juego

Lleva trabajo una exposición, quebraderos de cabeza, decisiones y, sobre todo, indecisiones. Al menos así me ha ocurrido en la preparación de Colores en juego: he dudado de todo, proporciones, cantidad, tamaños, materiales de impresión... Incluso llegué a dudar de la oportunidad del proyecto, no de su orientación ni su calidad; pero tiendo a descorazonarme, a pensar que nadie va a apreciar mis obras, más aún cuando algunas críticas previas descalificaron alegremente el proceso elegido. Pero seguí adelante e hice bien porque las fotografías han gustado, han interesado y se ha entendido perfectamente el tratamiento aplicado a la imagen.

Lo que cuenta es el reflejo (Granada, 2017)

Expuse en el Centro Artístico de Granada a finales de noviembre del ya pasado 2019, pero hasta ahora no he hablado de ello porque se cruzaron las Navidades, los Reyes Magos, un niño sin zapatos, un viaje a Palermo... En resumen, considero este el momento oportuno para mostrar algunas fotografías y compartir la reflexión que las acompañaba en el programa de mano, donde explico las claves de este proyecto, planeado y acariciado por mí desde hace años, pues años llevo seleccionando imágenes fotográficas que se adecuen al juego del color selectivo.

Alta magia (Granada, 2019)

Colores en juego:

Ante todo, una declaración: no vale menos el blanco y negro que el color ni procura menor belleza, por tanto, si añado color no se debe al deseo de mejora sino de juego, un juego que pretende resaltar esa parte de la realidad a la que apenas prestamos atención por cotidiana, pues lo cercano y repetido a menudo se torna insignificante, de modo que expresiones, gestos y seres únicos se camuflan entre los múltiples aspectos que exhibe la vida diaria y así se nos escapa la verdad de un reflejo, las pinturas callejeras o un leve cambio de luz.

Carretera panamericana a su paso por el Valle del Ica (Perú, 2012)

Nos asombra la grandiosa aridez de unas sierras peruanas que, en cambio, no asombran a ninguno de sus vecinos, habitantes del Valle de Ica, mientras ignoramos el ubicuo asalto de la publicidad, de lemas e imágenes ridículas o tremendas a cuyo continuo acecho nos hemos acostumbrado tanto que ya ni lo vemos.

Nadie lo ve (Londres, 2014)

Y vuelvo a la idea de juego, inseparable de mi trabajo en estas fotografías. Fiestas, contradicciones, sexo, vejez, asombro infantil... Asuntos todos que someto a interpretación, porque la fotografía no reproduce la realidad, la interpreta, incluso en aquellos casos en que pueda parecer un simple calco, fidelísimo, de lo que ven los ojos, se da una primera e inevitable transformación óptica resultante de lente y cámara, a la que se suman la intención y el carácter del fotógrafo.

La vejez, el peor exterminio (Nueva York, 2009)

Una de las primeras decisiones de éste consiste en la elección entre blanco y negro o color, aunque ciertamente cuando hablamos de blanco y negro aludimos a estos extremos y a la infinita gama de grises que media entre uno y otro, posible a partir de la invención y consiguiente difusión (hacia 1905) de la película pancromática, sensible a todas las longitudes de onda del espectro visible.

Combinación frecuente: dinero y basura (Nueva York, 2009)

Si buceo en la Historia de la Fotografía es para mejor explicar mi juego de coloreado selectivo y afirmar de nuevo que no pretendo subsanar ninguna deficiencia. Antes de la invención del color permanente (Autochrome en 1907, Kodachrome en 1935), su carencia se consideraba un defecto, puesto que no era posible la elección; desde sus inicios (la primera fotografía data de 1839) se sucedieron diferentes métodos de coloreado, más o menos satisfactorios, pero ninguno  perdurable. Se buscaban efectos "naturalistas", innecesarios desde que se logró el efecto "color"; ahora -y desde hace casi un siglo- si fotografiamos en blanco y negro se debe a una elección consciente, al gusto por la traducción de los valores cromáticos a la escala de grises. En mi caso,a esta primera gran interpretación, he añadido el juego del color selectivo, una vuelta de tuerca más en la percepción de la realidad, un reforzamiento que fluctúa entre la reflexión y el humor.

Asombro de niñas ante milenios de muerte (Londres, British Museum, 2019)

Cuando comencé a trabajar las imágenes, me sentí como un rey Midas cromático capaz de dar color a cuanto tocase, ansiosa de transformar cuanto pudiera, pero me dije "No eres el rey, eres la reina Midas, mucho más sabia que su legendario tocayo y, a diferencia de él, nada codiciosa. Sabes que a menudo un poco basta, que un mínimo toque de color es suficiente para crear la dinámica del juego. Por tanto, juguemos."