viernes, 27 de octubre de 2023

Cambio de hora, la hora de Franco

 

Harold Lloyd, cambiando la hora

Ya llega, dos veces al año se altera el reloj para cambiar la hora. Aceptamos o discutimos la alteración, pero algunos –supongo que no solo me ocurre a mí- nos preguntamos por qué nadie habla de “la hora de Franco” y por qué no se elimina, por el mismo o mayor motivo por el que se eliminan sus estatuas. Me explico: en 1940, el dictador sincronizó la hora de España con la de Berlín, y así seguimos.

Copio literalmente la Orden aparecida en el BOE:

ORDEN de 7 de marzo de 1940 sobre adelanto de la hora legal en 60 minutos a partir del 16 de los corrientes.

Excmos. Sres.: Considerando la conveniencia de que el horario nacional marche de acuerdo con los de otros países europeos, y las ventajas de diversos órdenes que el adelanto temporal de la hora trae consigo.

Dispongo:

Artículo 1º: -El sábado, 16 de marzo, a las veintitrés horas, será adelantada la hora legal en 60 minutos.

A continuación se exponían una serie de disposiciones para coordinar los efectos del cambio en transportes, administración, etc. La orden terminaba asegurando que “oportunamente” se avisaría del “restablecimiento de la hora normal”. Con ello se refería al huso horario del meridiano de Greenwich (GMT), el que corresponde a España por su geografía, ya que la mayor parte de la península queda dentro la zona determinada por esta línea imaginaria convenida como referencia para los husos horarios de todo el mundo.

Un año antes, Inglaterra había adoptado también la hora alemana. Lo mismo hicieron otros países (se me ocurre la malvada pero lógica idea de que había que sincronizar los bombardeos), pero acabada la Guerra, volvieron a sus respectivas cuentas horarias, salvo España, que se quedó con la hora de Berlín. De forma que Vigo, en Galicia, tiene la misma hora que Varsovia (Polonia), que está a 3.200 kilómetros de distancia, pero una hora más que Oporto, a solo 150 kilómetros.

 

Citando a Pere Planesas (astrónomo del Observatorio Astronómico Nacional) en entrevista a la BBC Mundo, 2016: “Toda España (salvo las Islas Canarias, donde hay una hora menos) tiene la Hora Europea Central (la de Berlín) en lugar de la Occidental (la de Londres), lo que implica una hora de adelanto con respecto al sol en invierno y dos en verano, como promedio.

En las zonas occidentales (como la región de Galicia), hay lugares en que el sol se pone a las 22.00 de la noche en verano y en invierno no sale hasta las 9 de la mañana. La discrepancia entre la hora solar y la oficial puede llegar a ser de casi tres horas”.

Así están las cosas, y por ello me carcajeo en más de una ocasión al oír hablar de horas y horarios; por ejemplo, cuando en verano leo los sabios consejos de no tomar el sol a mediodía: ¿qué mediodía? A las doce, en España, la hora solar corresponde a las diez, y a las cinco de la tarde, son las tres. ¿Cuándo nos vamos a acompasar mínimamente con el sol y demás astros? ¿Tendremos que arrastrar para siempre “la hora de Franco”?

         En Milán, justo antes de que se enciendan las luces urbanas.

        Al Sol le importan un comino nuestros cálculos.

        Lo mismo le pasa a la Luna.


         Esa hora tan especial en que se encienden las primeras luces.

                Reloj y ansias de llevarse el tiempo por delante.

        Velocidad sin prisa.

                        Extraterrestre rendido a los horarios terráqueos.

    Hora de cenar para las zancudas.






martes, 3 de octubre de 2023

Motivos, tal vez razones, para fotografiar

 

Para capturar el momento, ese momento de las luces, las sombras, volúmenes y movimientos. 

Por dar un paseo entre la infinita sucesión de situaciones, objetos, seres.

“Me olvidarás”, dicen las cosas, los pájaros, los árboles.

Fotografío para no olvidar. O tal vez para olvidar mejor.

Tímidos. Acuden al baile y no bailan. Se esconden en un rincón, observan. 

Me parapeto tras la cámara; me proporciona distancia, sin que llegue a ser demasiada, la justa para evitar el baile sin dejar de sentir la música.

Observar. Retratar. 

Quisiera haber retratado a miles de personas, muy especialmente a aquellas que han sido importantes para mí: no lo he hecho. Las veía tan a menudo... hasta que un día dejé de verlas. Sin embargo, no aprendo; sigo fotografiando más pájaros que amigos, más ángulos de luz o de sombra que amigas, más árboles que miembros de mi familia.

Tal vez se deba a que ni árboles ni  patos se quejan, nunca me han dicho “me has sacado gordo” o “ese pico no parece el mío”; tampoco exigen programas de embellecimiento. 

Tal vez por mi maldita timidez, o porque me gusta fotografiar a solas, en silencio, viviéndolo como una forma de introspección.

Introspección: manera de explorar el Universo.

Mi fotografía: instrumento de Heráclito, aprendizaje de la duda, posiblemente un juego.

      1. Rayas en el agua.

     2. Camino a la nieve (por Guadix).

     3. Nieves de hace tiempo.

     4. Esmero en cada ocaso.

     5. Despeinado.
 6. Incansable el otoño.

     7. Llamativo el charco-reflejo.

8. Más llamativo todavía.

     9. Contraluz de la catedral de Guadix.



10. Contraluz de zapatos colgantes.













11. Contraluz de la estación de autobuses de Granada, ¿recordáis sus tiempos de aspiraciones vanguardistas?

12. ¿Seguirá La Oriental surtiendo de dulces a Guadix?

      13. ¿Y esta escultura de Almuñécar saltando en freestyle?




14. Un buen rato en la calle.








     15. Ascensores del Museo Reina Sofía de Madrid.



16. Habitante del Museo de Jaén.













17. De refilón en la Puerta de la Justicia.


















18. Deseando salir.







19. Existen estanques dorados.

      20. Y despedidas en el río.


¡Hasta la próxima!