sábado, 7 de agosto de 2021

Visiones de una agnóstica


No soy la única, ni la primera, que se interna en los bosques del pensamiento.

Persigo a un pájaro que vuela de un árbol a otro; corriendo tras él me pierdo y al mirar hacia arriba distingo mis recuerdos enganchados en las ramas: cuelgan como esos líquenes que llaman "barbas de fraile" y entre la fronda de mechones verdosos distingo un fruto de oro y un gancho sangrante.

Tú y yo sabemos por qué nació ese fruto semejante al de las Hespérides; alguien, que también me amó, sabe la razón de mi sangre en el hierro; pero ya no me importa lo ocurrido, ni qué fui o qué hiciste; me propongo llegar al claro del bosque y allí, perdida la memoria, alcanzar la paz.

Camino y me agoto, no consigo vaciar la mente, no dejo de imaginar: sueño con un árbol inmenso y viejo a cuya sombra reposan los derrotados, sanan los ignorantes y por cuyo tronco, jugando, suben los niños.

Un árbol cargado de frutos rojos que satisfacen el hambre de amor y la sed de justicia.

Cambiante y húmedo, rico en susurros, múltiple en colores, afectuoso con los pájaros.

Porque no soy creyente, así imagino la forma de Dios.


La serie fotográfica, elegida por libre -caprichosa, irracional- asociación