jueves, 2 de diciembre de 2021

Ángel Olgoso: Reseña de "Ejemplares vivos a la luz de la luna"

De nuevo una reseña sobre mi nuevo libro, esta vez nacida de la mano, mente y corazón de Ángel Olgoso, maestro del microrrelato y gran escritor en cualquier campo que toque.

Os la ofrezco, llena de agradecimiento a su autor y con el deseo de que os lancéis a leer, con ganas, placer, interés... Mis obras, las de Olgoso, las de tantos buenos escritores presentes en librerías y bibliotecas. No hay mejor forma de viajar, en espacio, tiempo y experiencias, que esta que nos proporciona la lectura. Leer: esa otra forma de vivir.

 


    Ejemplares vivos a la luz de la luna, de Josefina Martos Peregrín, es literalmente un caleidoscopio. Una visión especular del otro lado de lo oscuro. Un libro híbrido, valiente, íntimo, mediúmnico, rememorativo. Una incursión en el misterio. “Una catarata como puerta mágica a otro mundo, un espejo que sólo permite el paso a quien conoce su secreto”. Con una ágil introspección, con una fluencia narrativa que hace porosos los múltiples textos que componen su última obra, Josefina sabe imbricar la historia personal con la historia universal y la mitología, las reflexiones con la información, la ciencia con la teosofía. Este dilatado caudal de historias de espejos, estas proyecciones de realidad expuestas con vehemencia formal son también la historia “del agua, la charca, el cuenco somero; la del mercurio, la obsidiana bruñida, la lámina de metal, el vidrio, la alquimia, la óptica”. Josefina nos entrega un libro imprescindible a todos los amantes de la luna (“claraboya abierta”), de las luces, de los reflejos, de las sombras, de las fotografías, de los dobles, de los fantasmas, de los tulpas tibetanos. A todos los que entran en trance “cuando estallan los perfumes de la fronda y el sexo, cuando juegan los cachorros, cantan los osos y los grillos cuentan estrellas”. A todos los degustadores de la verdadera creación literaria, artística o filosófica. Un brillante caleidoscopio, un azogue vivísimo y multidisciplinar publicado por la editorial Amarante y que se presentará el jueves 16 de diciembre, a las 19h., en el Aula 1 de la Biblioteca de Andalucía. Acompañará a la autora Jorge Fernández Bustos.

(Ángel Olgoso)
osefina Martos Peregrín, es literalmente un caleidoscopio. Una visión especular del otro l...

jueves, 7 de octubre de 2021

Ejemplares vivos a la luz de la luna

     Me alegra comunicaros la reciente publicación (ed. Amarante) de mis Ejemplares vivos a la luz de la luna, novela con dos mujeres protagonistas y numerosos secundarios, personajes todos unidos por el espejo, en cuanto motivo mágico y filosófico, elemento inquietante que adopta formas variadas, desde el agua inmóvil y somera a las pantallas actuales -fotografía, vídeo, cine...

      Lo he escrito siguiendo un impulso muy personal, una acuciante necesidad de reflexionar sobre este objeto, tomado en sentido amplio: la verdad, la apariencia, el doble, el misterio, la posibilidad de otras dimensiones, la identidad, la máscara, la locura. Sin duda, en su estructura se trasluce mi naturaleza "cuentística", pero no se trata de una sucesión de cuentos relacionados por un tema común, dado que cada una de las historias forma parte de un plan necesario, un plan documentado en toda clase de fuentes, desde la Biblia hasta el cine, pasando por Madame Blavatsky, la teósofa, y Alexandra David Neel, viajera y escritora.

      Novela episódica y de personajes, híbrida en su combinación de géneros; a lo largo de sus páginas se suceden aventuras, reflexiones, confesiones y sujetos que irán encontrando su lugar hasta encajar perfectamente, a modo de piezas de un caleidoscopio. Como explico en el Punto cero

De los espejos, de sus múltiples formas y su repercusión en nuestras vidas trata esta novela. Los hay reconocibles a simple vista, los hay disimulados, caso de la fotografía y el cine, esa fábrica de sueños… Porque también en los sueños nos reflejamos. Y en las sombras. Y en los hijos. Y en los fantasmas que nos rondan.

      Reflexiones y reflejos, misterio que fluctúa entre la locura y lo imposible. Aparente dispersión de acciones que van confluyendo, y explicándose, a medida que leemos y avanzamos hacia La cara oculta, esa que nos abre una segunda parte donde lo conocido se invierte e incluso la escritora se transforma.

      Nos encontraremos con la luna, los buitres y las fieras que aúllan; desiertos y espejismos; desvergonzados amantes que se aman sin tocarse; la siempre arriesgada introspección; el cine como imagen de la realidad ilusoria; curanderos y gurús; un aventurado viaje por el Tíbet en el inicio de la pandemia y una peregrinación por el Sáhara. Y Borges. Y Peter Pan.

      La búsqueda de la verdad y el miedo a encontrarla. El horror que acecha a los niños. Pero también frecuentes toques de humor y de lirismo, que no transforman la narración en prosa poética, pero sí contribuyen a la creación de aire y ambiente, como puede apreciarse en las siguientes frases, mero ejemplo:

"Me recreo en la transparencia del aire helado, me recuerda las mañanas de invierno en Guadix, matizadas de la bellísima luz de la Sierra Nevada granadina, aunque todo allí, en mi tierra, resulta humilde y pequeño comparado con las dimensiones tibetanas.

Deslumbra el hielo ya lejano y el sol ya alto. Y al fin, para eso viajo, para que el mundo, la vida, el paisaje o las gentes me deslumbren. Eso buscamos todos, realidades diferentes que nos dejen atónitos y de algún modo nos conmuevan".

      Concluyo con tres párrafos del capítulo catorce (La que fue la bella esposa del fabricante de yelmos); podría elegir otros muchos, pero siempre responderían a mi aviesa intención de abriros el apetito de leer estos insólitos "ejemplares":

“Todo empezó con el rayo que entró por la ventana del cuarto de baño, como la intrusa de la canción de Los Beatles, salvo que el rayo entró sin música ni palabras, hambriento y caprichoso, eludiendo aquí, quemando allí, contorneando su cuerpo desnudo, subiendo por los grifos del lavabo hasta huir al fin por el espejo”.

(…)

Una vez más, ocultaré el nombre real; la llamaré Edith, pues en su cuerpo hay algo de gorrión friolero y desnutrido que me recuerda vivamente el aparente desamparo de Edith Piaf, su grandeza mal alojada en un envase insignificante. No sé si la imaginé de algún modo cuando leí su correo en respuesta a mi anuncio on-line, en mi continuada búsqueda de experiencias supranormales relacionadas con el espejo; creo que no llegué a suponerle un aspecto determinado, pero al abrir la puerta y verla ante mí, me pareció imposible que aquella mujer gastada y desnutrida fuera la vidente especular, la que sabía de almas equivocadas, la que sobrevivió al rayo”.

(…)                                                                                                                              

Porque comenzó a ver la vida donde no debía haberla: en las figuras antropomorfas fabricadas por manos humanas. Descubrió así el secreto de las artes, la razón de los iconoclastas, la magia de las esculturas señeras. Pero no solo las esculturas, también encierran almas los maniquíes, las muñecas, robots, mascarones de proa, figuras de cera… No todas, solo algunas, esas que nos conmueven, nos obsesionan, y acaban considerándose obras maestras”.



Desde aquí agradezco a la editorial Amarante, y a su director, Carlos de Tomás, la confianza y trabajo que han puesto en esta obra.

Información

Autor
GéneroNarrativa actual
Año: 2021

Libro impreso

ISBN: 978-84-124080-6-5
Páginas: 284
Formato: Tapa blanda
Tamaño: 15x21 cm


Para finales de octubre, si no antes, llegará a las librerías, pero en todo momento puede pedirse a la editorial, en el siguiente enlace:

https://editorialamarante.es/



sábado, 7 de agosto de 2021

Visiones de una agnóstica


No soy la única, ni la primera, que se interna en los bosques del pensamiento.

Persigo a un pájaro que vuela de un árbol a otro; corriendo tras él me pierdo y al mirar hacia arriba distingo mis recuerdos enganchados en las ramas: cuelgan como esos líquenes que llaman "barbas de fraile" y entre la fronda de mechones verdosos distingo un fruto de oro y un gancho sangrante.

Tú y yo sabemos por qué nació ese fruto semejante al de las Hespérides; alguien, que también me amó, sabe la razón de mi sangre en el hierro; pero ya no me importa lo ocurrido, ni qué fui o qué hiciste; me propongo llegar al claro del bosque y allí, perdida la memoria, alcanzar la paz.

Camino y me agoto, no consigo vaciar la mente, no dejo de imaginar: sueño con un árbol inmenso y viejo a cuya sombra reposan los derrotados, sanan los ignorantes y por cuyo tronco, jugando, suben los niños.

Un árbol cargado de frutos rojos que satisfacen el hambre de amor y la sed de justicia.

Cambiante y húmedo, rico en susurros, múltiple en colores, afectuoso con los pájaros.

Porque no soy creyente, así imagino la forma de Dios.


La serie fotográfica, elegida por libre -caprichosa, irracional- asociación











sábado, 10 de abril de 2021

Un cuento con su punto de esperanza

He decidido celebrar la primavera con todos los lectores de mi blog presentando este cuento alado y breve como una canción, una sencilla canción de amor. Hará una año que lo escribí; las fotografías que lo acompañan no pretenden describir, sino sugerir.

Sin pesar

Apenas un punto en el cielo; se acercaba, se volvía luminoso a medida que perdía altura y ganaba formas, volumen, cuerpo, algo parecido a alas.

En una trayectoria elíptica comenzó a rodearnos, ¿o acaso no he dicho que éramos dos? Mi madre y yo. Porque dormía enferma de muerte deseé que se volviera chiquita para poder tomarla en brazos y mecerla y cantarle lo mismo que ella me cantaba a mí, una antigua nana andaluza, un vaivén tonal lento y triste que yo no podía recordar. Sonó una voz. Y era música, era un ángel de luz a nuestro lado, y era la nana olvidada: a cada estrofa de ternura mi madre se hacía más pequeña, hasta que pude cogerla en brazos, arrullarla y darle una pizca del amor que merecía. Miré al ángel y todo en él eran ojos, profundos, grandes, brillantes... Y alas transparentes.

De pronto, unos brazos extendidos, unas manos en espera y un ruego que entendí sin necesidad de palabras: se la di.

Un minuto después solo divisé un punto en la lejanía.

                                       ..............................................................


                                                               


                                                                   




                                






jueves, 28 de enero de 2021

Ganas de viajar

Ahora que no puedo viajar, recuerdo. El mundo, la naturaleza, las ciudades, las pasiones, las ventanas, los niños, los sonidos. Todo merece observación, todo es interesante, todo me llama la atención.


Granada es una bellísima ciudad y no falta por dónde pasear y, si quiero variar, tanto me valen Armilla como Tokio, tan lejanas y tan diferentes, ¡lo malo es que ya no puedo ni acercarme a Armilla! Vale, pues me quedo en el Zaidín, lleno de vida y con su propio atractivo; la belleza se encuentra en todas partes, pero dónde va a parar, "viste" más decir "he estado en Japón": lo remoto deslumbra a propios y extraños y aunque no sea necesariamente mejor, lo que sí es seguro es que resulta más caro y epatante.


Después de moverme un poco por el mundo -y en la silla, porque acaba de producirse otro terremoto- he comprobado lo obvio: no es posible que lo veamos todo. Ni falta que hace, lo importante es disfrutar todo lo que veamos. Viajar para disfrutar, aprender, sentir, contrastar. Y lo que vaya surgiendo. Ir sin prisa. Si no tenemos tiempo para recorrer un país, pues nos dedicamos a una ciudad o una comarca, y si los días no dan para tanto, a un pueblo, una plaza, una fuente.



Cuando viajo, me gusta detenerme de vez en cuando a contemplar, escuchar, sentir el aire y los olores. Ya no pretendo ser una viajera, me basta ser una turista bien educada, que trastorna lo menos posible y se lleva de la visita no solo fotografías, sino impresiones y recuerdos; y además  toma cariño a gentes y lugares. 


Desde hace unos cuantos años, acostumbro a grabar sonidos, no vídeos, solo las voces o el ruido de un tren o los susurros nocturnos: resultan misteriosos, así, aislados de su ambiente, ausente la imagen de quien o qué los produce. Y me pregunto por qué no se me ocurrió antes y por qué no es una práctica general. Me encantaría escuchar la voz de mi madre, o de los sobrinos cuando eran niños, o el jaleo de un patio de vecinos. No grabo conversaciones, sino ruido ambiente; a veces sobresale una voz por encima de las otras, pero no existe ninguna violación de intimidad.


Siento ansia de viajar; planeo nuevos trayectos, mientras compruebo que el Zaidín cambia cada día, a consecuencia de la lluvia, las nubes, las estaciones del año, los confinamientos. Lo que se destruye y lo que se construye. Las pintadas, tapias, carteles... 


Los recuerdos no impiden el aprendizaje continuo.