sábado, 13 de julio de 2019

Ventanas

Vivir en un tren que nunca se detenga, como el Trotsky de la película Doctor Zivago, que parecía atravesar Rusia con una firme desesperación. Así cambiarán los paisajes aunque las ventanillas sean las mismas.



O mejor cambiar de casa continuamente y, en consecuencia, de ventana. Asomarse a todas. Imaginar quién hay detrás del cristal, del visillo, de las rejas, del postigo. Cómo será la habitación, el sillón, la cama. O cómo fue el hogar antes de la destrucción.







Quién trabaja en esas oficinas, ¿es el jefe un lechuguino con suerte o un ejecutivo inteligentemente cínico? ¿O todo a la vez?



Ventanas de museo, de tradición, abiertas, cerradas, para asomarse, para esconderse. Viejas, nuevas, rotas, integradas en una arquitectura de vitral o encarnadas en la pantalla de televisión. Con perros guardianes o perros manso de puro aburrimiento.





Para mirar, para que nos miren, para cerrar los ojos. Para recordar.