jueves, 29 de febrero de 2024

VIAJE A EGIPTO

 

Volví hace poco de un viaje que me ha permitido asomarme al Egipto clásico, faraónico, para comenzar a comprender una civilización brutalmente resumida en los textos escolares, por disculpables imperativos didácticos: una civilización que comienza hacia el 3300 aC y acaba cuando es absorbida por Roma (se da la fecha convencional del año 31), aunque su religión y escritura jeroglífica siguió estando viva hasta finales del siglo IV, cuando Justiniano ordena cerrar sus últimos templos. Más de tres mil quinientos años, con sus reyes, jerarquías, administración, arquitectura, artes plásticas, literatura… no entran en la cabeza del estudiante que ha de asimilar la historia universal; necesariamente, al enseñar hay que simplificar, y así, muy simplificados eran mis conocimientos sobre el mundo egipcio. Algo de sus monumentos y el nombre de sus reyes más notables, que si Amenofis, que si Ramsés, que si el “místico” Akhenaton… sin olvidar al extraordinario arquitecto Imhotep o el “bombazo” llamado Tutankhamon… Más la visión de Hollywood, deformada pero de innegable atractivo, con sus multitudes de esclavos, sus analogías imposibles, sus amores hondos y desdichados. Y las momias,  esas momias egipcias siempre ansiosas de abandonar sus espléndidos y sucesivos ataúdes para acceder a una edad nueva en la que hostigar a sus habitantes.

Comencé a vislumbrar un Egipto más cierto cuando me acerqué a su literatura, al Cuento del Náufrago, al de Los dos hermanos, al de Sinuhé (base de la novela de Mika Waltari); en ellos afloran modos y gentes imposibles de imaginar atendiendo solo a los datos históricos. Una vez más, la literatura se volvió el mejor vehículo para mis viajes en el tiempo; por poner un ejemplo, estas frases de Sinuhé ayudan a imaginar la concepción egipcia de la muerte: “Has pensado en el día del embalsamamiento en que serás conducido a la eterna bienaventuranza. Te será consagrada una noche con aceite de cedro, y las manos de Tait (‘Señora del lino’, diosa del arte de tejer) te colocarán las vendas. Se hará tu comitiva el día del entierro; tu envoltura de momia será de oro, la cabeza de lapizlázuli, y habrá sobre ti un dosel. Serás puesto en el sarcófago, tirarán de ti unos bueyes, te precederán cantores, se ejecutarán las danzas rituales y a la puerta de tu sepultura se recitarán las invocaciones de sacrificio y se matarán para ti víctimas” (h. 1950 a.C.). Pero no solo disponemos de literatura, para nuestro regocijo, no había aspecto de la vida ─material o trascendente─ que no consignaran por escrito; los escribas dejaban constancia de transacciones, pertenencias, rezos, himnos, poemas, burocracia…

Se calcula que solo un uno por ciento de la población sabía escribir, pero ese mínimo porcentaje se empleó a fondo, legando al futuro un filón de documentos que nos informan de múltiples aspectos de la sociedad egipcia.

Mi viaje a través de la literatura ha ganado infinitamente al combinar los testimonios escritos con la visita a los hipogeos, pirámides, templos, poblados, con sus esculturas, columnas, salas, patios, pilonos, relieves y pinturas. Arte admirable concebido de una manera muy diferente a la nuestra, porque pretende la perfección, entendida como fidelidad a fórmulas consagradas y consolidadas por los siglos (milenios), sin intervención consciente de la personalidad individual.

Aproximación al mundo egipcio que me ha provocado una multiplicación de las preguntas, pues cuanto más sé de algo, más crece la conciencia de cuánto ignoro. Nos pasa a todos y en todos los campos,  aunque por fortuna, en egiptología los conocimientos aumentan sin cesar y cada día un buen número de egiptólogos bien preparados y entusiastas excavan, escrutan, descubren, traducen, confrontan y publican. Esta ha sido una de las partes más gozosas del viaje, la de conocer ─directa o indirectamente─ a arqueólogos entregados a su trabajo, en el que unen ciencia y pasión. Un privilegio el  visitar yacimientos en proceso de excavación y proyectos en curso. Y una suerte tratar con los socios de la Asociación Española de Egiptología (AEDE) a los que cariñosamente llamo “egiptomaniacos” por su amorosa dedicación al mundo del Egipto clásico.

Sin embargo yo, que no soy egiptóloga ni egiptomaniaca, vibro con este ayer sobrecogedor, pero no me impresiona menos el hoy, el Egipto actual, con sus gentes (ciento siete millones de habitantes), su transformación imparable, sus aldeas y el inmenso Cairo, los turistas, sus campos de un verdor esplendoroso lindantes con el más árido de los desiertos ─por cierto, solo al contemplar este contraste brusco entre fertilidad y desolación, he comprendido en todo su significado la frase de Herodoto: “Egipto es un don del Nilo”.

Y los burros tan chiquitos, y los perros sin amo, y ciclomotores, motocicletas automóviles… en continua efervescencia sonora. Pero también el pan delicioso, el falafel, la caña de azúcar, la fruta bienoliente. Y de nuevo el Nilo, siempre el Nilo, inmenso y generoso. Y el sol que muere, atraviesa las tinieblas en su barca pero se sobrepone a ellas, las vence y logra renacer. Porque todo renace, todo sigue su ciclo, de eterno adiós y eterno retorno.

https://www.aedeweb.com/

     Mastaba escalonada de Saqqara (he aprendido que no es pirámide, sino mastaba        escalonada). Obra del arquitecto Imhotep.

     Valle de Guiza, pirámide de Jafra (Kefrén), que conserva parte de su revestimiento original de piedra caliza y Jufu (Keops).

 Desde otro punto de vista, la de Kefrén, o Jafra, a la izquierda; a continuación una de las pirámides de las reinas, y la de Jufu (o Keops).

    Restos de un templo, en Saqqara.

     Niños, niñas...Florecen en abundancia en Egipto.

         En todo lugar surgen los niños, tan contentos de ver turistas.

    El Nilo a su paso por Luxor, a la hora en que se pone el sol

    Orillas del Nilo en Minia, al amanecer        

     Caricia fértil del Nilo (con perdón de la cursilería)

     El límite de la caricia


                                 Borriquillo, diminuto pero fuerte

     Estas tortas están buenísimas (y los gorriones lo saben)

         Una de las pinturas de la tumba de Seti I (padre de Ramsés II, en el Valle de los Reyes). Profunda, grande y bellísima.

Reflejos en el Museo de Saqqara
    
          El Nilo, por la zona central de El Cairo

     El río Nilo, a punto de caer la noche sobre El Cairo