viernes, 30 de noviembre de 2018

Los paraguas de Satie. (I) Caligrama

Pues sí, vuelvo a Erik Satie, el músico, por motivos muy concretos: los dos trabajos que realicé en su momento, en paralelo a la semblanza biográfica que escribí para el libro La caja de música de Erik Satie (ed. Allanamiento de Mirada). Me parecen sugestivos y provechosos y, por motivos diversos, solo puedo mostrarlos en este blog.

Caligrama completo

El primer trabajo consiste en un caligrama o poema-dibujo crecido junto a una forma y unos colores, de difícil publicación, puesto que requiere un tamaño A4, para permitir su lectura. Yo aquí lo reproduzco en conjunto, para que se aprecie el aspecto plástico, y en detalle, para que resulte legible, y, por si acaso no bastara, ofrezco el texto aparte, a pesar de la incompatibilidad existente entre la sucesión lineal, obligatoria, de los versos y la curvatura libre, sin orden de lectura predeterminado, de las frases cobijadas en el dibujo. Una auténtica herejía ésta de desarrollar un caligrama para conferirle sensatez, pero allá voy.


Detalle del sombrero y la cabeza de pulpo, es decir, estrofas 1 y 2

El poema, desarrollado en versos horizontales, se formaliza así: la primera estrofa en el sombrero; la segunda, en la cabeza del pulpo; la tercera y la cuarta en las ondas que sugieren agua y viento; la quinta, en esos pequeños postes de cabeza curva que se suceden en paralelo. Y la sexta ni siquiera forma estrofa, puesto que representa la caída de gotas y notas a lo largo del paraguas. En fin, sin más líos, podemos leerla como sigue:

Hay gente en los caminos,
tontos en las cumbres,
engolados, satisfechos, convencidos
de que para ellos se fraguó el oro.

En altamar
Erik 
es el pez volador.

Mide las gotas
en un bosque recién llovido,
observa su equilibrio obstinado
en el ápice de las hojas,
antes de ceder al vértigo
y caer,
resbalar, navegar
y llegar al puerto indebido.

La repetición como forma de creación.
849 olas crearán el mar.

Repetir trajes
sombreros
paraguas.

Troncos
                            Hasta formar
Sombras
                                                un bosque
Raíces
                                                                donde perderse
Bóvedas

Notas...
          Gotas...
Notas...
         Gotas...



Tercera, cuarta y quinta estrofas: ondas de ola y viento, pivotes paralelos



Me despido hasta la próxima, donde mostraré mi segundo trabajo que recoge mis averiguaciones sobre las diversas viviendas por las que pasó Satie.


Una noticia acaba de llegarme, la reseña que de La caja de música de Erik Satie aparece en el más reciente número, el 247, de la prestigiosa revista "Melómano". En la próxima entrada, adjunto el enlace.






Sexta: Las gotas y notas rebosan y resbalan



lunes, 12 de noviembre de 2018

Contra la guerra


Me interesa la fotografía antigua, cómo no, y en concreto la que nos muestra la España del siglo XX, lo que permanece, lo que se fue para siempre, incluso lo que nunca existió, porque ocurre que el fotógrafo retrata realidades al tiempo que ilusión, ficciones y fingimientos.

Tuve la gran suerte de asistir y ver detenidamente la exposición que la Comunidad de Madrid dedicó a Santos Yubero, en el 2010, y poder comprar, además, el catálogo, un libro maravilloso que a las imprescindibles fotografías añade la mejor síntesis de la historia de España en el siglo XX que puede encontrarse, escrita por Publio López Mondéjar en la "Introducción".

Ante nuestros ojos, en nuestras manos, desfila la vida española de 1925 a 1975, en todas sus facetas, las imaginables y las no imaginables, como guerra y posguerra. Y de esta posguerra me conmueve especialmente la fotografía que incluyo aquí y su pie de página:


























"Aurora Vega, madre del cabo de la División Azul, Nemesio García Vega, muerto en el frente ruso, con la Cruz de Hierro impuesta por las autoridades alemanas.
24 de marzo de 1942."

Porque esta madre impresiona y duele, porque se asomará a la novela que escribo, le dedico estas palabras:


"Vieja de años. Vieja de pena vieja.

Pañuelo a la cabeza, jersey espeso bajo un vestido sin forma ni color, gastadamente oscuro. Toquilla de lana, gesto de quien quiere agradecer y no puede. Un antiguo consuelo, la medalla de la Virgen del Carmen, ahora un redondel de oro al final de una cadena torcida.

¿Para qué quiere la Cruz de Hierro? ¿Qué va a hacer con ella? ¿Qué, sino arrojarla al fuego? Si tuviera fuego para poder calentarse.

Le ha dicho un oficial cargado de chapas "No llore, mujer, que su hijo fue un héroe" y otro "Señora, ¡cuántas madres quisieran!", pero ella, que se sabe ignorante y humilde, ajena a toda gloria, solo quiere abrazarlo, abrazar su cuerpo, besarlo aunque fuera frío y roto y muerto. Se fue un hijo, vuelve una cruz remota, de cuatro patas iguales y negras, con una esvástica clavada en el corazón.

Se agarra a un paquete de cartas mal envuelto en papel de periódico, cartas que no recibió a tiempo, que no puede, no sabe leer, que tal vez no se atreva nunca a pedir que le lean, mejor no oír las palabras del hijo cuando ya no hay hijo.

Llanto seco, llanto mudo, "Sonría, mujer, sonría, que le vamos a hacer una foto".

Gesto de quien quiere obedecer y no puede."


(Martín Santos Yubero (1903-1994) fue un reportero madrileño que registró la vida española en magníficas fotos, llamando principalmente la atención, en su obra, las correspondientes a la primera posguerra, "los años de penitencia").

jueves, 1 de noviembre de 2018

Mortalmente vivos



Tu nombre

Tú eres el corazón que late

en el lirio azul de mi ventana.

Pero también el lívido jazmín oculto

entre las pesadas hojas de mis libros.

Una dalia dormida,

una rosa quemada,

un clavel que, robado entre las tumbas,

se estremece en el cuenco de mis manos.


Me acerco a ti

esquivando incontables mármoles escritos,

queriendo ahondar en el misterio de tu nombre

ya por siempre subrayado por dos fechas.

Tu nombre amado,

tu nombre libre,

tu nombre vivo.


Y me repito,

clavándome las uñas en el alma,

que lo que fue, será,

que el milagro, una vez nacido,

ha de vivir para siempre.


Y regreso confusa al latido de los lirios luminosos

y al silencio de los jazmines escondidos.





Un poema que forma parte del libro que nació de la muerte de mi querido Arturo. Ha pasado el tiempo,voy comprendiendo la necesidad de la muerte, o aceptándola al menos.

Todos estamos mortalmente vivos.


(Mortalmente vivo, editorial Dauro, 2014).