miércoles, 30 de octubre de 2019

Cementerios salvajes

Miren ustedes, a mí lo que más me preocupa, desde hace ya un par de años, es el delirio colectivo del independentismo catalán, pero por eso mismo -por prolongado y preocupante- no me apetece ni pizca hablar de ello, así que voy a tirar por un camino relacionado con las inminentes y melancólicas fechas otoñales que se nos presentan, pero sin ánimo de difuntear, es decir, no me propongo lamentarme de la fugacidad de la vida; si tomo el 

La moda de lo egipcio también llegó a los cementerios

camino del cementerio es para admirar su belleza, porque hay cementerios bellísimos, a modo de bosques sembrados de historias o parques adornados con recuerdos. Como los que he descubierto y paseado este verano en Londres y de los que he tomado numerosas fotografías que, sin embargo, no me bastan: quisiera comprobar y "robar" el cambio de luz, la caída de las hojas, el brillo de la lluvia. 




 Antiguos, abandonados o no, inmersos en una vegetación desbocada que se apropia de estelas y tumbas. Raíces, tierra, ruina y de pronto alguna misteriosa ofrenda en 




contadísimos sepulcros. Imaginar las razones para el olvido y el recuerdo, descifrar nombres y aventurar biografías. Descubrir un sentimiento de hermandad que me une a cuantos allí reposan, aunque vivieran en el siglo diecinueve, bajo soles y condiciones tan dispares a las actuales. No nos parecemos en nada, pero somos iguales. Es más, a veces siento que somos los mismos, diferentes facetas de la misma vida, parte de un organismo que se niega a reconocer como propios sus múltiples miembros.





Sentir más que pensar, salir de mí misma para volver a entrar cuando ya soy otra, observar la vida que nace de la muerte, que crece sobre lo que fue y aceptar que así ha de ser; 
incluso llegar a creer que el escalofrío y la oscuridad de la cripta y el verdín que la humedad cría no son sino ofrendas de la sombra inmóvil a la sombra viva.



Sin embargo, no caeré en la alabanza a los difuntos ni apelaré a la calavera de Yorick; sé que los muertos resultan más llevaderos, más silenciosos y pacíficos que los vivientes, pero están al otro lado, me toca entenderme con mis transitorios semejantes, los de aquí. 


Aunque eso  no impedirá que continúe acudiendo a cementerios tan salvajes y arrogantes como los londinenses, donde tomé estas imágenes (y unos cientos más).




martes, 17 de septiembre de 2019

Gabinetes de curiosidades

Gabinetes de Curiosidades, Cuartos de Maravillas, Cámaras de Tesoros, studiolos italianos... Me gustan, quiero uno, quiero dos, los quiero todos, son mi vocación recién descubierta. Toda mi vida he querido componer uno, aun sin saberlo; me decían los amigos, las visitas, "Tu casa -vuestra casa- parece un museo", cuando en realidad me hubiera gustado oír "Parece un Gabinete de Maravillas", pero no podían decirlo, lo comprendo, reconozco mis limitaciones: una excesiva sensatez, que padezco tanto como gozo, me ha impedido recoger y acoger despojos tétricos, tal que la soga de un ahorcado o una delicada calavera, variedad de objetos indispensable en una auténtica Wunderkammer.

De mi casa: el padre Ubú en plena digestión de unos judiones de
La Granja; estrellas cogidas en diferentes mares; cajita del siglo
XIX con relicario en libro diminuto; mineral de lapislázuli y turquesa,
escoria de Villaricos; libros de la colección Joya; etc.

Horror, transgresión de la normalidad, pasión posesiva. Afán coleccionista, pero sobre todo búsqueda de lo insólito, lo único, lo nunca visto. Comienzan los Gabinetes allá por el siglo XVI, ligados a la expansión geográfica, a la exploración del mundo desconocido. El de Felipe II fue la envidia de Europa, y se comprende: cada navegante se preocupaba de cargar piezas raras -animales, artefactos, seres impensados- como regalo para el rey. Dada la extensión inmensa del Imperio de España, la colección también creció inmensamente, instalándose en su mayor parte en El Escorial.

Habitualmente estas Cámaras de Maravillas se organizaban por secciones: scientífica, artificialia (antigüedades y obras de arte), naturalia, mirabilia... Pero Felipe II añadió a la suya una sección muy especial -y acorde con su talante-, la de reliquias. Sólo éstas y las pinturas se salvaron del incendio que devastó el Real Sitio en 1671; no es poco, pero no refleja el carácter ecléctico, fantasioso y exótico que caracterizaba al conjunto.

Corales, masa vítrea de Murano, fragmentos de estalactita, monedas griegas, envés de un naipe de una baraja que tiene como tema al Gólem de Praga, insignia de asistencia a Congresos del Partido Comunista de la URSS (Odessa Y Edesa).


Confesaba al inicio, y es bien cierto, que mi sensatez y cobardía me han impedido formar un Gabinete de Maravillas que merezca tal nombre. Igualmente podría culpar a la falta de espacio, y de dinero... Pero hay una razón más decisiva: mi incapacidad para convivir con seres desapacibles; por mucho que me atraigan, me apetece contemplarlos solo un rato, de vez en cuando; no podría, por ejemplo, enfrentarme cada día a un mono disecado, a una sirena embalsamada o a los estudios para retrato de Francis Bacon, por espléndidos que me parezcan.

Trilobites: uno de molde (el negro) y uno real; cerámica de Limoges; geoda encontrada por tierras de Campohermoso (Almería); cerámica cocida a la sal (una pieza pequeña pero de un azul exquisito); placa de mineral de hierro de génesis dudosa.

Mantuvieron su auge estas colecciones a lo largo de los siglos XVI, XVII y XVIII, transformándose poco a poco en museos, a los que pasó la mayor parte de sus fondos. Pero a mi entender también mantienen relaciones con las atracciones de feria, si no de procedencia, sí de semejanza. Aquellas ferias antiguas donde se mostraban monstruos vivos, principalmente humanos o semihumanos, sin olvidar los Circos,dedicados a los animales y rarezas varias. 

Imagen tomada de Internet,
correspondiente a Ferias de EEUU


Ambos, ferias y circos, suponen la democratización del monstruo, que pasa de constituir un objeto para disfrute exclusivo del poderoso y/o pudiente a objeto de disfrute colectivo, asequible al pueblo. Recordemos los parques de fieras y la cohorte de bufones -a menudo deformes- de que gustaba rodearse la monarquía.

Todo ha cambiado, formar gabinetes ya no está de moda aunque el coleccionismo sigue  vigente y continúa dando un toque de distinción, pero se coleccionan objetos en un solo campo, de un solo tipo: mecheros, fósiles, zapatos del pie izquierdo... No se emprenden colecciones que abarquen el mundo, que lo representen, que pretendan la tarea imposible de concentrar lo ilimitado en un espacio limitado. Y no obstante, los Gabinetes de Curiosidades o de Maravillas aún existen, alguno permanece, alguno he encontrado.


 Gabinete de Maravillas de Viktor Wynd. Yo distingo claramente la cabeza de un demonio; una concha de Pinna fragilis, una postal de pornografía victoriana, una maternidad en esqueletos...

El tema -la anomalía y su acumulación- da mucho de sí y lo retomaré más adelante, en otras entradas de blog, pero no quiero despedir este sin mencionar a Viktor Wynd y su Gabinete, auténtico, personal, tradicional, donde no faltan cuernos de unicornio, sirenas embalsamadas, un pájaro doctor, un cordero de dos cabezas, dibujos magníficos, llamativas publicaciones sobre sexo o magia, una rana princesa, máscaras de arte africano... Inabarcable. Disfruté lo indecible. Como sabéis, Londres es una ciudad muy completa, de atractivos múltiples, pero nada añoro tanto como esta creación de Viktor Wynd. Bueno, también los cementerios, pero este ya es otro tema.

sábado, 13 de julio de 2019

Ventanas

Vivir en un tren que nunca se detenga, como el Trotsky de la película Doctor Zivago, que parecía atravesar Rusia con una firme desesperación. Así cambiarán los paisajes aunque las ventanillas sean las mismas.



O mejor cambiar de casa continuamente y, en consecuencia, de ventana. Asomarse a todas. Imaginar quién hay detrás del cristal, del visillo, de las rejas, del postigo. Cómo será la habitación, el sillón, la cama. O cómo fue el hogar antes de la destrucción.







Quién trabaja en esas oficinas, ¿es el jefe un lechuguino con suerte o un ejecutivo inteligentemente cínico? ¿O todo a la vez?



Ventanas de museo, de tradición, abiertas, cerradas, para asomarse, para esconderse. Viejas, nuevas, rotas, integradas en una arquitectura de vitral o encarnadas en la pantalla de televisión. Con perros guardianes o perros manso de puro aburrimiento.





Para mirar, para que nos miren, para cerrar los ojos. Para recordar.




lunes, 10 de junio de 2019

Colección de "satanases" y otros

Habitualmente fotografío lo que me llama la atención, lo que me ronda por la cabeza, lo que me sorprende o lo que me intriga; rara vez me propongo un reportaje. Algo semejante me ocurre cuando viajo, no pretendo fotografiar lo monumental notable, por mucho que lo admire, prefiero seguir mis caprichos personales, arrebatos y afinidades.

Estos "visillos" me sugieren una atmósfera intimista, aunque realmente sean plásticos que protegen del yeso de las obras en la catedral de Palencia.
Cristaleras de Aguilar de Campoo
Y de Palencia capital

De mi viaje a Palencia, o más exactamente al románico palentino, organizado por el Centro Artístico a primeros de mayo, volví con una serie de demonios nuevos para mi colección (podría llamarse así mi afición a determinados iconos católicos y ortodoxo bizantinos), porque no hay dos satanases iguales.
Hasta da pena
Vienen volando y los hay de todas clases, hasta una demonia con las tetas al aire

Castillo encantado
Cuevas misteriosas


El Mal tiene cara y cuerpo propios, pero encarna siempre en figuras diferentes, muy variadas; con suerte, reconocibles, pues mucho peor es que el Mal adopte los rasgos del Bien, y viceversa. En la realidad ocurre, pero no en una iglesia. La impostura moral precisa un dominio nada frecuente de las técnicas artísticas y además confundiría a los fieles; atengámonos, pues, al demonio tradicional, medieval, feo; quede la belleza malvada para siglos posteriores, para Milton y todo un séquito de pecadores exquisitos y literatos rebeldes que florecerán, principalmente, a partir del siglo XIX.


Piedra caliza tallada por manos angélicas

Un Santiago peregrino y sabio, puesto que no blande una espada
sino un libro.
Un Santiago espiritual y guapo

El demonio malo, rudo, con un punto risible, ese es el que encontrado en las iglesias románicas, y aun en las góticas, en mi viaje primaveral a las tierras de Palencia. Un maligno que debe dar miedo, pero no tanto que desaliente a los cristianos haciéndoles temer una derrota moral inevitable.

La soberbia de todo Pantocrátor que se precie, también presente en este de Moarves de Ojeda, encarnado en piedra roja o más bien piedra que el tiempo y los meteoros han enrojecido.

El demonio de la España abandonada

Esa piedad que raya en crueldad

Mefistófeles no ha pasado por las iglesias ni monasterios románicos; quizá las encarnaciones del Mal más ambiguas, más oscuras, se den en forma de Pantocrátor soberbio, de santos que han olvidado el llanto y en las crucifixiones crueles que se regodean con sangre y clavos. Y en las gárgolas, tan cercanas al dominio de Nosferatu; por cierto, qué firmes creyentes los vampiros, qué mayor prueba de fe en la cruz que esfumarse a su vista. Si los cristianos tuvieran una fe análoga, a la vista de la cruz se volverían invencibles.

¡Cuidado! Un diablillo se esconde bajo la cornisa. O tal vez solo busca la sombra.
Ignoro qué diablo inspiró la matanza de los inocentes,
pero diría que sigue en activo.
¿Un simio? ¿Un ser en transformación?
¿De dónde sale la cabeza?

Quizá colecciono iconos religiosos porque me gusta el arte fantástico; pertenezco al mundo barroco, expresionista, a las pinturas negras y al fatalismo romántico; a las peñas que se quiebran y a los guerreros encantados; aunque también aprecio las campiñas suaves, los trigos matizados de ocre, la luz cambiante... Y los ángeles, incluso los mofletudos. Y de todo he traído en mis fotos. Eso me propongo en esta entrada de blog: compartir algunas imágenes de mi viaje por Palencia, sin ánimo de reportaje.

El Pisuerga a su paso por Aguilar de Campoo
Llega San Miguel y nos ciega

Y para despedida, un juego de palabras que viene a cuento: como logogrifo de la palabra "enigma" descubro la palabra "imagen". No puede ser casual: toda imagen fija encierra un enigma.


lunes, 13 de mayo de 2019

Peripecias de un nombre: Torcuato

El 15 de mayo se festeja san Torcuato, patrón de Guadix, lo que me recuerda la curiosa historia de su nombre. Me permito partir de un acertijo: ¿Qué relación puede haber entre Guadix y un galo que vivió unos 2400 años atrás y nunca pisó ni la ciudad ni las tierras de Acci?

Hablamos de un guerrero, un jefe celta (celta equivale a galo y a gálata), fiel seguidor de los usos bélicos de su pueblo, de cuya existencia y fin sabemos por numerosos historiadores romanos -Polibio, Lucio Anneo Floro, Orosio, Valerio Máximo y otros-, siendo Tito Livio quien mejor cuenta la anécdota y a quien sigo, si bien resumiendo al máximo:

Corre el año 361 a.C., los galos amenazan Roma, acampados a tan solo tres millas de la ciudad, al otro lado del puente sobre el Anio. Los romanos acuden a la defensa con un inmenso ejército, estableciendo su campamento en la otra orilla. Se suceden escaramuzas por la posesión del puente, ninguna decisiva, hasta que un galo de enorme tamaño, fuerte y altanero, avanza y reclama un combate singular con el más valiente de los romanos. Silencio tenso... Hasta que Tito Manlio pide permiso a su general para aceptar el desafío; lo obtiene y, armado de modo sencillo pero eficaz, sin detenerse en florituras fanfarronas -lo que, al parecer, sí hizo el galo- acaba con el retador en dos estocadas: una al vientre, otra a la ingle.

"Galo herido" o "Galo moribundo", copia romana de un original griego del siglo III a.C.
Cuentan los historiadores que los celtas combatían desnudos, algunos con peto, a veces con capa
corta, pero siempre con el torques, como éste que agoniza.

Contra lo esperado, el vencedor no se abalanzó sobre el cadáver para quitarle armas y joyas, únicamente, con elegancia, le arrebató el torques. ¿Y qué era el torques? Un ornamento distintivo, reservado en origen a dioses y héroes, pero que ya en el siglo IV a.C. portaban también los guerreros sobresalientes, jefes y sacerdotes. Consistía en un aro macizo, rígido y bastante grueso, de bronce o de oro, cuyos extremos no llegaban a tocarse, quedando como un collar abierto. Honraba a quien lo llevaba hasta tal punto que resultaba imposible quitárselo a ningún galo sin antes quitarle la vida.

El dios celta Cernunnos, señor de la regeneración, los animales, la virilidad.
Vemos que porta dos torques, uno al cuello y otro en la mano.

Tito Manlio, con todo derecho, se pone al cuello el torques ensangrentado: los romanos estallan en aclamaciones de las que surge unánime el apelativo Torquatus, que se otorgará como cognomen hereditario al vencedor; así, a partir de este momento, aparecerán numerosos Torcuatus en la historia de Roma, extendidos no solo por descendencia, sino también por matrimonio, adopción y manumisión.

Encontraremos, por ejemplo, un Tito Manlio Torcuato Imperiosus, un Tito Manlio Torcuato Parricida, y otros muchos de la misma gens; pero también un Junio Silano Torcuato (Tácito, Anales) y alguno más en los versos de Catulo y Horacio; todo esto sin agotar las fuentes... Hasta llegar a San Torcuato, fundador de la diócesis de Guadix. Por tanto sobran las referencias etimológicas a palomas (torcaz proviene directamente de torques), a "trocados" y a fantasías como Torgot o Toroguate o cualquier otro apelativo relacionado con el toro.

Un torques particularmente simbólico: a 
su forma típica añade la cabeza de 
carnero, propia de la serpiente sagrada
que el dios Cernunnos sostiene en la mano.
Pueden existir dudas sobre los Varones Apostólicos o sobre la figura histórica de San Torcuato, pero no existe ninguna sobre el origen -etimología- de su nombre.

No precisa la historia humana de misterios añadidos, bastante sorprendente resulta por sí misma, porque ¿quién le iba a decir al galo grandote y audaz que perdió la vida en lucha singular hace 2400 años que con su reto iba a proporcionar nombre a un santo, a un combatiente de una religión no nacida, ni siquiera imaginable en aquella época? Vueltas que da la vida. Peripecias de un nombre.



Tito Livio (59 a.C-17 d.C.) narra detalladamente el episodio "Torquatus" en el Libro VII de su "Historia de Roma (Ab urbe condita)".


lunes, 25 de marzo de 2019

También el collage


También el collage es un mundo; lo tengo claro, a dondequiera que me acerque, descubriré un mundo, no por mi especial perspicacia, sino porque existen, están ahí, a nuestro alcance, y esto, que resulta obvio aplicado a las artes mayores o a las ciencias, parece chocante cuando tratamos de campos menores, esos donde florecen artes "aplicadas".
Ocaso boreal

Me sucedió con la cerámica, aparentemente sencilla: se coge barro, se modela y a cocer. Pero ¿y la cantidad de arcillas diferentes que hay? Por minerales agregados, por la proporción de sílice, por la chamota que le añadamos. Y el modelado a mano y el torno y las piezas grandes y la porcelana. Pues, ¡anda el horno! ¡No tiene tarea e historia! Y el inmenso campo para experimentar: fabricar piezas al modo prehistórico, cociéndolas en un hoyo practicado en tierra, forrado con tiestos rotos y tapado con ramaje. O el rakú japonés, llama, humo y agua. Los esmaltes, engobes, temperaturas... Aunque me pasara la vida estudiando, produciendo y contemplando cerámica, nunca abarcaría todo lo que existe y puede aprenderse.

No digo nada de la fotografía, porque su amplitud y riqueza resulta algo más conocida, pero sí me propongo decir algo del collage. Ya lo había practicado en pequeña medida, trabajando con mis fotografías, para crear con ellas figuras caleidoscópicas, mosaicos, contigüidades atractivas. También había probado con retazos de periódicos y pintura, óleo o gouache, pero ahora, recientemente, he tomado mayor y mejor contacto con este arte, gracias a Carmen Sotoca y al taller que ha impartido, por dos fines de semana consecutivos, en la librería Ubú, que tan magistralmente administra Marian Recuerda.


Al final de la noche
Como decía, en el taller de "Collage creativo-Fusión plástico literaria e introducción al libro de artista" impartido por Carmen Sotoca he aprendido nuevas maneras de ver, de imaginar y elaborar composiciones. Quizá lo que menos he practicado ha sido la fusión entre literatura y plástica, aunque partir de un texto sugerente abre el camino, despierta la imaginación y ayuda a delimitar formas. Así pues, partí de un poema que escribí hace unos cuantos años y que juzgué rico en ambiente visual:

Vuelvo a casa al final de la noche
deseando caer en el vértigo
de las estrellas que huyen,
pero sabiendo
que habrá de bastarme
el ocaso boreal de las farolas.

Guiada por estas palabras, me lancé a buscar en revistas viejas, periódicos, folletos... Da gusto romper, rasgar, arrancar hojas, como niña desatada sin nadie que me regañe. Y luego recortar con cuidadito y, antes de coger el pegamento, decidir la base y los materiales complementarios, gasa, papel cebolla, de seda, de colores... Rejuvenece, de verdad, que la actividad "colágica" rejuvenece, seguramente más que el colágeno, ese que inyectan.

Y todo lo que no cuento, por no alargarme demasiado. 

Lo dicho: un mundo. También el collage.

viernes, 8 de febrero de 2019

Historias de secadero: "Con ka".

Un cuento nuevo imaginado en un viejo secadero:

"Dios nos ha abandonado". Pues sí que... Quién habrá escrito esto, si Dios no existe. Aunque, qué sabe nadie.

Existe, decidido, existe y pasó por aquí.

Pero huyó. Porque le horrorizan los ladrillos de cemento, él no usó cemento para construir el mundo.



Al hombre lo hizo de barro. No, no, a la mujer la soñó primero y la amasó con la arcilla más fina al pie del arroyo más claro y luego, para que no se aburriera, decidió formarle un compañero. Cuando la vio dormida le quitó una costilla y de ahí, con mucha magia, sacó al hombre. Igual me estoy liando, pero más gorda la lió Dios, con eso de hombres y mujeres.

Anda las tonterías que se me ocurren cuando me fumo un canuto. O dos, que ya voy por el segundo. Me gusta fumar en los secaderos, todavía huelen a tabaco de verdad, del que liaba mi abuelo. A lo que iba: Sacó a Adán de una costilla de Eva, no, de una kostilla, la ka mola más.

Y aunque Carla escriba su nombre con ce, yo la quiero con ka, para distinguirme de tantos que solo saben quererla de una manera vulgar.

La kiero, la kiero y la kerré siempre, desde hoy, 29 de junio, hasta el 29 de un mes y un año desconocido. En un tiempo infinito nos sumaremos tú y yo, Carla y Juan, y aquí pongo las iniciales para que se sepa. Pero no demasiado, no cualquiera que pase por aquí.

Ya está, se lo digo ahora mismo en un wasap, "te amo, ámame, ya está bien de ser solo amigos".

No, quieto parao, borra eso, no la asustes. Si no le gustas, no le gustas a ninguna... Mejor me callo y sigo escribiendo en la pared.

Yo soy un cobarde, o un kobarde, lo sé,  pero tú, que eres una diosa, no hagas como Dios, porque es verdad: Dios nos ha abandonado.