jueves, 28 de enero de 2021

Ganas de viajar

Ahora que no puedo viajar, recuerdo. El mundo, la naturaleza, las ciudades, las pasiones, las ventanas, los niños, los sonidos. Todo merece observación, todo es interesante, todo me llama la atención.


Granada es una bellísima ciudad y no falta por dónde pasear y, si quiero variar, tanto me valen Armilla como Tokio, tan lejanas y tan diferentes, ¡lo malo es que ya no puedo ni acercarme a Armilla! Vale, pues me quedo en el Zaidín, lleno de vida y con su propio atractivo; la belleza se encuentra en todas partes, pero dónde va a parar, "viste" más decir "he estado en Japón": lo remoto deslumbra a propios y extraños y aunque no sea necesariamente mejor, lo que sí es seguro es que resulta más caro y epatante.


Después de moverme un poco por el mundo -y en la silla, porque acaba de producirse otro terremoto- he comprobado lo obvio: no es posible que lo veamos todo. Ni falta que hace, lo importante es disfrutar todo lo que veamos. Viajar para disfrutar, aprender, sentir, contrastar. Y lo que vaya surgiendo. Ir sin prisa. Si no tenemos tiempo para recorrer un país, pues nos dedicamos a una ciudad o una comarca, y si los días no dan para tanto, a un pueblo, una plaza, una fuente.



Cuando viajo, me gusta detenerme de vez en cuando a contemplar, escuchar, sentir el aire y los olores. Ya no pretendo ser una viajera, me basta ser una turista bien educada, que trastorna lo menos posible y se lleva de la visita no solo fotografías, sino impresiones y recuerdos; y además  toma cariño a gentes y lugares. 


Desde hace unos cuantos años, acostumbro a grabar sonidos, no vídeos, solo las voces o el ruido de un tren o los susurros nocturnos: resultan misteriosos, así, aislados de su ambiente, ausente la imagen de quien o qué los produce. Y me pregunto por qué no se me ocurrió antes y por qué no es una práctica general. Me encantaría escuchar la voz de mi madre, o de los sobrinos cuando eran niños, o el jaleo de un patio de vecinos. No grabo conversaciones, sino ruido ambiente; a veces sobresale una voz por encima de las otras, pero no existe ninguna violación de intimidad.


Siento ansia de viajar; planeo nuevos trayectos, mientras compruebo que el Zaidín cambia cada día, a consecuencia de la lluvia, las nubes, las estaciones del año, los confinamientos. Lo que se destruye y lo que se construye. Las pintadas, tapias, carteles... 


Los recuerdos no impiden el aprendizaje continuo.