jueves, 27 de febrero de 2025

Libros en estratos


Aunque ando promocionando mi nuevo libro, Cuentos desobedientes (ed. Entorno Gráfico), dedico esta entrada a Ejemplares vivos a la luz de la luna, novela singular que publiqué en el 2021, si bien, no la di a conocer hasta el 2022. La considero peculiar, sugerente y rica en observaciones. El espejo, el doble, la identidad, la sombra, el mal, la difícil verdad… La libertad, los recuerdos, el cine. De todo esto trata, encarnado en personajes que indagan en lo visible y en lo invisible.

Me resulta triste la manera en que se suceden los libros, no uno tras otro, sino uno sobre otro, como estratos, de manera que parece que cada libro oculta al anterior; por eso, aunque sea brevemente, quiero recordar estos Ejemplares vivos a la luz de la luna compartiendo algunos párrafos del capítulo I, llamado EL EFECTO MARCELINO:

p. 14  “Le temo, le tengo odio. Siempre –‘siempre’ debería ser palabra prohibida a los humanos, demasiado grande para nuestra pequeñez, pero ‘siempre’ ha sido unos de mis vicios de pensamiento─ he mantenido difíciles relaciones con el espejo. Malas. O muy malas. Diría que me mira con enojo. Aunque, no… De pequeña me divertía mirarme, igual que cualquier animalillo joven, supongo que al principio no me reconocía e intentaba jugar con esa otra niña de cristal, como un gatito con otro, aunque ese otro sea un extraño doble, frío e idéntico, y se nos vuelva inquietante y nos roce un soplo de desazón porque nuestro aliento se transforma en vaho y la otra allí dentro no tiene aire y nos provoca un indefinible ahogo en el alma.

¿De verdad fui aquella niña? ¿Existió alguna vez? ¿Qué queda de ella? Mi recuerdo, alguna luz en la sonrisa, la misma timidez. Y la hija perenne, la tozuda que se negó a ser madre.

Quedan también el juego de los reflejos y la pasión por los escondrijos que me llevan a creer en lo imposible. Queda la misma tonta, guarecida bajo un nombre ficticio, y unos cuantos jirones de pasado a los que doy el nombre de biografía, enganchados en arbustos genealógicos y espinas de familia; rasgos tejidos en agujas varias, las del reloj, las de tricotar, las que cosen el alma a los talones; perdón, no el alma, la sombra: se me cruzó Hitchcock con Peter Pan y su sombra mal pegada.”.

(…) p. 17 “Sabiduría… Qué más quisiera, los años me han traído conocimientos, experiencias, sucesos insólitos, algo que fue amor, amistades y odios. He asistido, captado y tomado nota de prodigios que casi nadie llega a presenciar; sé de espectros, apariciones, psicofonías; en cambio, me falta algo tan simple como la sensatez necesaria para aceptarme, para aceptar mi cuerpo, cosa que personas menos inteligentes y más feas consiguen, no hay más que observar por la calle: auténticos adefesios pasean su palmito con luz y garbo. Y hacen bien, se aman, se quieren como son, mientras yo aquí sigo, manteniendo una lucha perenne conmigo misma.”.

“Estoy tan cansada… Vislumbro el otro lado. Cuanto más conozco, menos comprendo. A veces envidio a los ‘psíquicos’, o como prefieran llamarse: videntes, sensitivos, paragnostas… Me quedo con ‘sensitivos’, total, tanto nombre para algo que en definitiva no entendemos: poseen la capacidad de ver lo invisible, de percibir lo extrasensorial, de cruzar la frontera de la realidad común. Claro, como en todo, cuanto menos sabemos, más palabras gastamos.”.

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Las fotografías, elegidas por su poder de evocación.