Hoy, primer día del año 2023, me refugio en la felicitación: me felicito a mí misma y a quien me leyere, por seguir vivo y con capacidad intelectual, que no es poco.
Al año nuevo le pido que disminuya el número de tontos y no hablo de ningún tipo de discapacitados, sino de tantas y tantas personas que creen saberlo todo o se sienten felices de no saber nada. Las hay, abundan, tanto entre clases ilustradas como deslucidas. ¡Dios mío, ilumínalos! Y de paso, envíame un rayito de luz que me ayude a escribir lo que quiero escribir.
Mientras llegan los rayos benéficos, ofrezco una serie de fotografías tomadas a finales de diciembre, en medio de la navidad y ya en invierno. No responden al tópico, sino a la realidad.
Reivindico el invierno:
Cargado de frutos, de curiosidad y observación, de agudeza que permite descubrir la vida donde parece no haberla. De impulsos súbitos y dulces goteos. Pleno de colores y juegos, no exento de tontunas, no necesariamente sabio. Buscador de belleza, en la línea, en la nube, el paseo... Y la sombra.
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Frutos de Melia acederaque
Madroños (sin oso) |
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Acederaque y castaños de Indias
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Donde menos se piensa
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O nosotros observamos al chino
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No las vi hasta que amplié la fotografía; muestran un mimetismo perfecto. Una salamanquesa -tal vez, dos- y cuatro lagartijas. |
Fuente de Las Granadas
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Cuarto Real de Santo Domingo |
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Colores de invierno, no solo de otoño
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Colores de invierno
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Aún sobreviven las hojas de algún que otro Gingko Biloba
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Y se encuentran adornos navideños como este |
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Confusión de la falsa nieve, detrás del agua de la fuente |
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Sol en el bronce, bronce en el azul
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Y la línea pura de una parra contra la piedra |
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Contranubes y hojas |
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El virtuosismo del yeso a la luz del mediodía Cuarto Real de Santo Domingo
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Y Mariana, cálida
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Cuarto Real de Santo Domingo |
¡Feliz año, feliz invierno!