domingo, 1 de junio de 2025

El corazón oculto

 

Leo en un cuento del antiguo Egipto -Los dos hermanos- cómo se debe esconder el corazón para resguardarlo de peligros. Corazón: alma, aliento, vida… Fijarlo a un objeto o lugar y, dando la vuelta a las metáforas, retornar al sentido literal de las palabras. Escucho “Puso el corazón en su riqueza” y contemplo cómo un individuo vestido de cuero negro se apea de un Ferrari rojo para entrar en la agencia bancaria; el subdirector le acompaña a la caja de seguridad, donde cuidadosamente el refinado opulento deposita su víscera entre el Cartier y el Pathek, justo encima de acciones y escrituras.

Una mujer juiciosa lo puso en su trabajo; otro en los libros; aquél tan simple, en el pastel de cerezas. Pasiones demasiado visibles, metáforas vulnerables, aunque las hay más peligrosas: los ojos del amado, la barra del bar, las sustancias mágicas. No valen, son puntos demasiado expuestos, el primer desvergonzado que pase lo abatirá de un manotazo, cualquier despistado acabará pisándolo.

Ni siquiera la caja del Banco garantiza la inmunidad total: atracos, investigaciones judiciales, cambios de poder. Hay que encontrar un escondrijo recóndito y secreto para defender el alma y la vida antes de que sea tarde; hay que tomar ejemplo del cuento egipcio y depositar el corazón en una vasija y la vasija en una cueva inaccesible, a salvo de la destrucción y del dolor.

El dueño vivirá como un zombi, frío y vacío pero seguro, con la única molestia de una pasajera añoranza al despertar. Sus enemigos –que se cuentan por docenas─ vigilan, exploran, dibujan planos como quien diseña sudokus con tinta invisible… Sin fruto. Pasan años, milenios; expectante, un egiptólogo abre la vasija, con extremo celo saca el corazón… En el laboratorio se le aplica una novedosa técnica que permite datar y analizar al detalle, basta seccionar con el láser una porción de la víscera reseca: en Krabi –allí le llevaron sus últimos cincuenta años─, entre el mar y la arena, cae el que se creyó indestructible.

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Fotografías tomadas en Egipto, porque en Egipto los desiertos albergan corazones.