Leo
en un cuento del antiguo Egipto -Los dos hermanos- cómo se debe esconder el corazón para resguardarlo
de peligros. Corazón: alma, aliento, vida… Fijarlo a un objeto o lugar y, dando
la vuelta a las metáforas, retornar al sentido literal de las palabras. Escucho
“Puso el corazón en su riqueza” y
contemplo cómo un individuo vestido de cuero negro se apea de un Ferrari rojo
para entrar en la agencia bancaria; el subdirector le acompaña a la caja de
seguridad, donde cuidadosamente el refinado opulento deposita su víscera entre
el Cartier y el Pathek, justo encima de acciones y escrituras.
Una
mujer juiciosa lo puso en su trabajo; otro en los libros; aquél tan simple, en
el pastel de cerezas. Pasiones demasiado visibles, metáforas vulnerables,
aunque las hay más peligrosas: los ojos del amado, la barra del bar, las sustancias
mágicas. No valen, son puntos demasiado expuestos, el primer desvergonzado que
pase lo abatirá de un manotazo, cualquier despistado acabará pisándolo.
Ni
siquiera la caja del Banco garantiza la inmunidad total: atracos,
investigaciones judiciales, cambios de poder. Hay que encontrar un escondrijo
recóndito y secreto para defender el alma y la vida antes de que sea tarde; hay
que tomar ejemplo del cuento egipcio y depositar el corazón en una vasija y la
vasija en una cueva inaccesible, a salvo de la destrucción y del dolor.
El
dueño vivirá como un zombi, frío y vacío pero seguro, con la única molestia de
una pasajera añoranza al despertar. Sus enemigos –que se cuentan por docenas─
vigilan, exploran, dibujan planos como quien diseña sudokus con tinta invisible… Sin fruto. Pasan años, milenios;
expectante, un egiptólogo abre la vasija, con extremo celo saca el corazón… En
el laboratorio se le aplica una novedosa técnica que permite datar y analizar
al detalle, basta seccionar con el láser una porción de la víscera reseca: en
Krabi –allí le llevaron sus últimos cincuenta años─, entre el mar y la arena, cae
el que se creyó indestructible.
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Fotografías tomadas en Egipto, porque en Egipto los desiertos albergan corazones.
Hola un cuento muy cautivador eso de guardar el corazón en una cueva solitaria y profunda, no estaría del todo mal si en el corazón no entrará más sentimiento que el de pareja. Yo me apuntaría al carro. Pero en el corazón entra sentimientos como la amistad y amores en general, por lo que me abstengo de enterrarlo en una cueva profunda . Fotografías de parajes solitarios muy acertados con la idea de permanencia y vacio. Besos Josefina.
ResponderEliminarGracias, Arare. Depositar el corazón en un lugar inaccesible protege, pero paraliza la vida. El paisaje mineral del desierto despierta el ansia de latidos vivos.
EliminarCreo que lo dividiría en trocitos, el corazón, como el que pone los huevos en distintas cestas o los dineros en diferentes cuentas, pa' porsi. El corazón es un tesoro -dijo Balzac-, dadlo de golpe y quedaréis arruinados.
ResponderEliminarNo vale, para los egipcios faraónicos, el corazón debía permanecer entero para seguir vivos. Aunque, el corazón vivía en varios significados. A mí, en Egipto, me despertaban inquietud las cuevas selladas, las que no vemos, y los corazones callados.
EliminarBalzac era sabio, o lo parecía, al pensar así del corazón.
Hermoso cuento.
ResponderEliminarUn corazón escondido en lo más profundo de una cueva es un corazón en la sombra y rodeado del vacío...de la soledad.Dificil reflexión. Una metáfora que quema como el sol del desierto.
"Una metáfora que quema como el sol del desierto": me gusta.
EliminarPreciosa descripcion de esconder el corazon, aunque , como se ha visto, luego se vive como zombi, sin amarbnada.
ResponderEliminarSe libra una de la muerta a costa de no vivir, no vale la pena.
EliminarSolemos guardar nuestro Gusto más amado en algún lugar o Ambiente imaginario. Besos de Estevita.
ResponderEliminarEl corazón vive en más hondura que el gusto. Besos.
EliminarMe fascinó tu relato y las fotos que ilustran. Saludo afectuoso desde Córdoba Argentina
ResponderEliminarMe alegra que así sea. Gracias y que vaya todo bien por la Córdoba americana.
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