Con alegría, por el Premio Nacional de las Letras Españolas concedido a María Victoria Atencia
Inicio la serie con la tumba de Violette, niña que
apenas se asomó a la vida; su pequeño
tamaño y el epitafio conmueven a cualquiera que lo mire y lea: “ce que vivent les violettes”, “lo que viven las violetas”. Apenas un mes de vida, pero suficiente para ocupar un lugar en nuestro recuerdo, en especial desde que María Victoria
Atencia le escribió este poema:
Porque te fue negado el tiempo de la dicha
tu
corazón descansa tan ajeno a las rosas.
Tu sangre
y carne fueron tu vestido más rico
y la
tierra no supo lo firme de tu paso.
Aquí
empieza tu siembra y acaba juntamente
—tal se
entierra a un vencido al final del combate—,
donde el
agua en noviembre calará tu ternura
y el
ladrido de un perro tenga voz de presagio.
Quieta tu
vida toda al tacto de la muerte,
que a las
semillas puede y cercena los brotes,
te
quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca
sabrás el
estallido floral de primavera.
Acompañan a Violette numerosos “vencidos al final
del combate”, como Robert Boyd, joven generoso y valiente que financió la
expedición de Torrijos a las costas de Málaga y lo acompañó en su pronunciamiento
contra Fernando VII en diciembre de 1831. Todos, Torrijos y sus sesenta
acompañantes, cayeron en la trampa que les tendieron los absolutistas, muriendo unos en el desembarco y siendo fusilados los cuarenta y ocho restantes en la
misma playa, sin juicio.
2. Cenotafio de Robert Boyd
Héroes vencidos, marineros en naufragio, víctimas
de todas las edades de desastres y epidemias descansan en este cementerio, pero
también altos cargos políticos y militares, comerciantes exitosos, embajadores,
reconocidos escritores (entre ellos, Jorge Guillén), unidos por la muerte y por
su no pertenencia a la iglesia católica… ¿Entonces, sería apropiado llamarlo
camposanto? En sentido estricto, no, pero sí en una verdad más amplia: todos
los muertos merecen el mismo respeto, aunque solo sea porque saben lo que los
vivos no sabemos. Si es que hay algo que saber.
Cercanía al mar, descuido y unas extrañas tumbas en
ladrillo rojo cubiertas de conchas marinas a modo de ornamento; son estas las
más antiguas y anónimas, llamativas en su pobreza.
Epitafios ilegibles, borrados y barridos por viento
y tiempo; sepulcros viejos y anónimos frente a impolutos mármoles ilustres y
recientes; cenotafios como el de Robert Boyd –sus restos yacen en alguna parte
del patio más pobre─, quiebra de lápidas finamente labradas. Tumbas dispersas
en un jardín mediterráneo de árboles que alivian la crudeza del sol sureño; en
mi visita, entre luces y sombras, sorpresa, hallazgo y curiosidad.
Mirad las imágenes, no forman un reportaje, sino un acercamiento estético a un lugar especial.
4. Tumbas marcadas, más o menos olvidadas
5.Uno de lo monumentos más notables es este ángel que preside el sepulcro de Mary Ann Heaton (1868-1911). 6.7. 8.
33.34. Camuflaje de gato subiendo por el talud que separa niveles del cementerio
Cuadernos del Rebalaje ®
DL : MA 702-2016 | ISSN (ed. impresa): 2530-6286 /
(ed. digital): 2174-9868
Publicación
monográfica sin ánimo de lucro, de periodicidad trimestral editada desde 2010
por la asociación cultural Amigos de la Barca de Jábega.
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