domingo, 14 de enero de 2018

Decajón

         
           Era blanco y plasticoso, pero busqué una pintura mate y sobre su azul pasé el pincel con mis antiguas pinturas líquidas: violeta, verde oliva, amarillo ocre diáfanos que tuve que mezclar con pegamento en gel para que agarraran mejor. A menudo dibujo, pero ya hacía años que no usaba pintura ni pinceles y ahora he comprendido cuánto los echo de menos. 


     


     
     
      Desde el principio lo tuve claro, el mueblecillo de cajones que compré por cinco euros iba a renacer transformado en su aspecto y finalidad, destinado a sorprender. Porque ahí estriba lo mejor de 
una obra en cajón o caja cerrada, en la 
sorpresa que dará al espectador o "interventor", puesto que éste puede y debe -si le apetece- intervenir, tocar, leer o incluso escuchar.

         Muy pronto supe qué iba a contener el cajón superior: un guiño, una sonrisa, con referencia a Magritte.

Fotografía por José María González 
    En cambio, el inferior... Quería que sonara, que de algún modo albergara sonidos, sólo que no me manejo con la electrónica; ni idea de cables o interruptores, así que seguí dándole vueltas al asunto, hasta que al fin se me ocurrió. Sí, se oye y se ve. Me gusta cómo ha quedado.

Fotografía José M. González
     Y si pasáis por el Callejón del Señor y entráis en la galería Arrabal, comprobaréis la variedad de motivos e interpretaciones posibles alrededor, dentro, fuera, junto a un cajón, desde graciosos divertimentos a la más cumplida "vanitas vanitatis".
Fotografía J. M. González

  Diversidad de interpretaciones, colores, luces... Hasta movimientos incorpora alguno de los inventos encajonados en esta exposición "Decajón".


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