martes, 30 de enero de 2018

Poema escrito al alimón con don José de Espronceda



Rescataré palabras que fueron reinas y hoy no son nada, para hablar del magno ultraje a la Tierra, de la congoja del planeta lacerado, de la porfía humana en la destrucción, de la ominosa estrella que nos guía y redunda en mortal desmayo de los hielos árticos.

Quién podría creer que nuestra umbrosa fuente se secara, que un sacro concurso de motores de combustión invadiera los desiertos crecientes del orbe.

Que afanes, tristuras y enojos ofuscasen las cumbres otrora defendidas por las nieves eternas.

Que embebecida en múltiples pantallas altisonantes, la humanidad rehuya el silencio meditativo y la placidez sencilla.

Que aquilones fieros nos arrastren a deshora, que luzca un cielo de zafir cuando debiera brillar la lluvia ufana.

Hórridos, recios presagios por doquier se ciernen mientras sañudos pechos diseñan piélagos de fuego que habrán de fulminar ciudades enteras, con niños, madres, abuelos, enamorados y amigos... Sin despedida.

¿Cuándo se sublevará el ondisonante río?

¿Hasta cuándo la sangre de las hermanas injuriadas manchará la cándida veste?

¿Qué aciago día la mar enriscada nos devolverá gaviotas cargadas de llanto?

Espero no vulnerar derechos de autor con esta imagen tomada de Internet


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