Desde el principio lo tuve claro, el mueblecillo de cajones que compré por cinco euros iba a renacer transformado en su aspecto y finalidad, destinado a sorprender. Porque ahí estriba lo mejor de
una obra en cajón o caja cerrada, en la
sorpresa que dará al espectador o "interventor", puesto que éste puede y debe -si le apetece- intervenir, tocar, leer o incluso escuchar.
Muy pronto supe qué iba a contener el cajón superior: un guiño, una sonrisa, con referencia a Magritte.
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Fotografía por José María González |
En cambio, el inferior... Quería que sonara, que de algún modo albergara sonidos, sólo que no me manejo con la electrónica; ni idea de cables o interruptores, así que seguí dándole vueltas al asunto, hasta que al fin se me ocurrió. Sí, se oye y se ve. Me gusta cómo ha quedado.
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Fotografía José M. González |

Diversidad de interpretaciones, colores, luces... Hasta movimientos incorpora alguno de los inventos encajonados en esta exposición "Decajón".
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