Recientemente he viajado a Salamanca por un motivo concreto y para mí insólito: participar en unas "Jornadas de Duelo y Acompañamiento en el Dolor", promovidas por el Departamento de Salud Mental Del Hospital Universitario. He participado como ponente y como oyente y me ha sorprendido cuánto se puede aprender escuchando a personas que hablan, con sinceridad y reflexión, de su dolor. De la muerte de la persona más querida, de la desilusión y la ausencia y de qué hubieran necesitado -o necesitan- para sentirse acompañados. Se trata de aprender a tratar a quien sufre para no añadir más dolor al dolor.
Animal fantástico en la iglesia de San Martín. Se debe sentir muy solo |
No menos me ha sorprendido la belleza de la ciudad, visitada una única vez hace muchos muchos años. Al enfilar la calle Zamora y divisar las torres de la Catedral Nueva y de la Vieja, me he preguntado cómo he podido vivir tanto tiempo sin contemplar la cálida piedra de Villamayor y el recio granito de Los Santos, las dos canteras que llevan milenios surtiendo de materia noble a las artes y estructuras urbanas; sin medir las inusuales anchuras de su Plaza Mayor o regocijarme con los turistas que buscan la rana sobre la calavera en la fachada de la Universidad. Claro que tengo una disculpa: vivo en Granada. No necesito decir más. Pero a pesar de la cotidiana y abundante belleza granaína, conviene salir, cambiar de aires, ver otras gentes, apreciar otras maneras.
Torre de la Catedral Vieja, que, al contraluz, me recordaba a las stupas hindúes |
Ha sido en cierto modo un viaje de investigación: sobre mí misma y mis cambios. Un viaje de descubrimiento, sin prisas ni ansias. No pretendo escribir una guía turística (las hay a docenas) ni un libro de autoayuda sobre el duelo (también habrá unos cuantos), únicamente me propongo exponer mis experiencias, mi visión, algunas fotografías y mis cavilaciones sobre el tabú que supone la muerte en nuestra sociedad.
La catedral Vieja y la Nueva |
Me he sentido libre por las calles y paseos de Salamanca, sin obligaciones de ningún tipo, ni siquiera obligaciones culturales, viendo únicamente lo que me apetecía y parándome sólo donde se me antojaba, como una bachillera que se fuma las clases y vagabundea armada de cuaderno y cámara.
Y sí, siento predilección por la románica, la Vieja, con su peculiar cubierta de escamas de piedra.
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