Amo la vida, nadie piense que paseo cementerios por amor a la muerte; sí por amor: a los que se fueron, semejantes pero desconocidos, vecinos de un pueblo silencioso. Fotografío sus tumbas, monumentales o humildes, a modo de homenaje, de caricia, como si les rezara con cada imagen.
Los camposantos dicen un poco de los muertos y mucho de los vivos, porque son los deudos, los sucesores, supervivientes en general, quienes entierran, construyen y esculpen para no olvidar. La memoria y su fragilidad, el dolor, la aceptación, la indiferencia, la tragedia... El miedo, la esperanza, el vacío... Sensaciones y sentimientos.
Cada necrópolis refleja la sociedad a la que pertenece, las creencias, las formas estéticas, con sus cambios y modas, los gustos particulares; la altura artística o la pasión por lo kitsch (partícipe de lo cursi y lo grosero). Más allá de los cipreses, crecen muy diferentes especies botánicas, propias de cada zona, y los símbolos cambian: existe una gran base común a toda Europa, y al cristianismo, pero predominan unos u otros según países, ciudades o comarcas: la cruz, la pareja de palomas, la columna truncada, el árbol de ramas amputadas, la flor de la siempreviva, la hiedra, la granada, la adormidera, la clepsidra alada, variadísimos ángeles; más las figuras sagradas del Cristo y la Virgen.
La iconografía muestra una gran riqueza y se encuentran magníficas obras de arte; con razón se habla de los cementerios como de "museos al aire libre". No solo museos, libros vivos los considero yo, especialmente cuando contemplo las ofrendas: flores -secas, frescas, de plástico, de porcelana, de papel- muñecos de todas clases, declaraciones escritas, macetas vivas, bolígrafos, dibujos, piedras... Algunas con marcado carácter personal, con una secreta intención que el difunto conoce bien.
En este de Valencia (Cementerio General) he encontrado algunas representaciones poco frecuentes, como el reloj marcando "la hora fatal"; en cambio, apenas aparecen las clepsidras con alas ("el tiempo -la vida- vuela") ni las siemprevivas, sustituidas en abundancia por el fruto de la adormidera (de carácter más modernista-noucentista). Y monumentos funerarios trabajados por Mariano Benlliure (mausoleo familia Moroder, familia Aparici, el de Blasco Ibáñez) y otros escultores y arquitectos, nada desdeñables. Lo más chocante: la estela en abanico con representación de saurios jurásicos; ignoro la historia de este difunto, incluso el nombre, pero le agradezco la rareza, porque me da materia para fantasear.
Vista general
Toda una vidaHa visto demasiado
Tres hermanos toreros (Benlliure) |
Demasiado joven
Pequeño y esforzado Corazón y belleza Soledad
Maravillosa reflexión . Poética, dulce y acertada y sobre todo muy sentimental
ResponderEliminarGracias. No la considero tan sentimental o tal vez sí, pero equilibrada con una buena dosis de conocimientos. En cualquier caso, los camposantos suelen ser campos emotivos.
EliminarBonita reflexión,hay quien no puede entrar al campo santo yo no tengo problema en el.Gracias por tu bonito comentario
ResponderEliminarA mí me cuesta entrar en aquellos con los que tengo relación afectiva, por estar enterrado alguien querido; entro, pero la vibración emocional es mucho más intensa, a veces insoportablemente intensa.
EliminarGracias a ti, por tu lectura.
Gracias, Josefina. Me ha gustado
ResponderEliminarA mi me gusta traspasar la verja de un cementerio, sobretodo si dentro están mis seres más queridos.Al dar el primer paso en ese santuario me siento tranquila y acompañada, pero a la vez frágil y abandonada. Es la Soledad de los vivos. Gracias Josefina, tus fotos son brutales.
ResponderEliminarMemoria, esperanza son las palabras que quiero recordar..... y las fotos que revelan nuestros sentimientos.
ResponderEliminarMemoria y esperanza, que no nos abandonen.
ResponderEliminarExcelentes imágenes. Las lápidas son también artísticas: Mezcla de imaginación y fantasía.
ResponderEliminarCurioso producto las lápidas, factores múltiples las crean y las alteran, hasta borrarlas. Mudas, erosionadas, cubiertas de musgo comienzan a contarnos otra historia.
EliminarAhora me queda más claro el porqué me gustan los cementerios, gracias Josefina por esta reflexión e imágenes
ResponderEliminarGracias a ti. Estoy comprobando que somos más de lo que creía, los aficionados a pasear cementerios.
EliminarBuen reportaje, en el Cementerio de San José, de Granada, están enterrados mis padres y un hermano, otros familiares y varios amigos. Allí lejos del mundanal ruido
EliminarGracias, Leandro. El cementerio de Granada goza de excelente ubicación, cuidados monumentos y suficientes árboles, es uno de los que más aprecio. En alto y en silencio, como bien remarcas, y cercano a la Alhambra. Descansen en paz nuestros seres queridos.
EliminarComo siempre nos deleítas con tus fotografias. como bien dices en la soledad los cementerios nos hablan, nos cuentan historias de quienes los ocupan, monumentos al aire libre. Algunas flores marchitas en una lápida, tan triste como el olvido. ¡Y tan necesario! .
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