Reseña por Custodio Tejada en Todoliteratura (2ª parte)
La autora/protagonista escribe desde el
principio pensando en el lector, al que introduce en el texto de una
manera “espectral”, como un espejo más, y así podemos leer en la página 43:
“Vaya, me doy cuenta de que acudo al lector en apelación expresa, ¿un truco
para involucrarte a ti que lees mis peripecias? ¿Existes? ¿Diálogo con un
lector inexistente en la esperanza de que algún día exista?...”. A la autora le
gusta jugar, establecer una especie de yincana en la que el lector se sienta
protagonista de su propio juego. También está presente el cine, como otro
espejo más. Así hace referencia a “La dama de Shangai”, “Marcelino, pan y
vino”, “Jhony Guitar”, “Planeta Prohibido”, “Como en un espejo”. “El cine, en
sí, es un espejo: refleja la sociedad, sus pesadillas y deseos, su visión de la
vida e invención de la Historia” –dice en la página 50. Dios y las religiones
actúan como otros espejos más: “esa metáfora que hinduismo y budismo llaman
Maya, la Ilusión” (p. 52). Una carrera de relevos parecen los distintos
espejos. En sus renglones percibimos los rastros de las constelaciones
familiares y de Freud: Refiriéndose a Hixam relata en la página 66 que “ríe
como lo que es, un niño perverso a cualquier edad, enfermo de inmadurez
crónica, caprichos insaciables, conciencia culpable y terror infantil. Así lo
percibo en mi visión: así lo han hecho su propia madre y Almanzor”.
Es un viaje interior, pero también un
retrato social o un retrato de época, donde toca distintos temas: la
maternidad, la muerte, el viaje, el tiempo… Pero también es un viaje
metaliterario y metapoético: “Frecuento a Borges y me crie con cuentos de todas
clases” –confiesa en la pag 58, o, “los poemas pueden actuar como palabras
mágicas, y probablemente lo son, pero tal vez no bastan, tal vez debería…”
–expone en la página 157. La autora también ejerce la crítica literaria: “nunca
han visto a Alicia. Yo sé por qué, porque Lewis Carroll era un farsante, un
adulto que no sabía nada de la infancia y se limitaba a utilizarla” –comenta en
la página 151. O cuando habla de Peter Pan en las páginas 70 y siguientes o en
la 168 y siguientes, planteándonos un ensayo. “Milton, en El paraíso perdido
transforma la religión en poesía y la poesía en religión; con esta metamorfosis
salvaguarda la libertad” –exhorta en la página 229.
Cuando leemos y comprobamos la habilidad que tiene Josefina para nombrar y personificar, comprendemos que además de narradora, es también una gran poeta con sentido del humor. “Ciprés Insomne”, “año del Algarrobo que Nunca Llora”, “Castaño Incomprendido”, “Manzano Dormilón”, “Magnolio que Huyó del Parque”… Lo que nos demuestra el espíritu juguetón de la narradora que actúa muchas veces como esos martinicos traviesos y bromistas.
“Esta novela en exceso compleja y, para
colmo, semiajena” –como la define la propia autora en la página 177, tiene algo
de mirada atrás, también de unas memorias sui generis. Eva-Josefina nos
advierte del juego: “lo que para mí es literatura, para ella es biografía”. La
autora, con un fino sentido del humor, seduce y desarma al lector. Basta con
asomarse a su alegato exhortación contra el demonio de la grasa y el colesterol
para comprobarlo (páginas 122 y siguientes, 188) “Parafraseando a la reina de
Blancanieves, le pregunto al espejo mientras me peino: < espejito, espejito,
di la verdad por favor, ¿hay alguien más tonta que yo?> Gracias a Dios no
contesta” –podemos leer en la página 223. Porque como dice la autora en una
entrevista: “el sentido del humor y la ironía aligeran y liberan el peso del
drama”.
Las palabras anzuelo que la autora va
esparciendo por el texto con un gran poder de imantación nos van seduciendo
hasta dejarnos postrados ante su escritura de altos vuelos. “Reconociendo mi
carácter de tiquismiquis con las palabras, caprichosa con la sintaxis y maniática
de la concisión y la síntesis” –confiesa metaliterariamente la autora en la página
167. Así: “reflexión-espejo, especular, caleidoscopio, estanque o balsa de
mercurio, espejo líquido, fuente de azogue…” invitan al trance. La lectura
permite que uno se mueva como en una especie de plano astral “de manera que
cada lector pueda creerse descubridor del secreto” –dice en la página 93.
Qué es la escritura sino un espejo que
no siempre refleja a quien escribe o a quien lee, sino a todo el mundo. Es
importante cazar a lazo estos “Ejemplares vivos a la luz de la luna”, porque
“necesitamos la magia” de una escritora como Josefina que consigue con sus
renglones hacer una metempsicosis literaria de observaciones, vivencias y
reflexiones. Parafraseando una cita del propio libro podríamos decir que es una
novela que “me entretiene, me fascinan sus aventuras, sus viajes por el mundo
material y el mental”. Y es que de alguna manera, la literatura para Josefina ha
sido un plan de huida: “la necesidad de huir para poder vivir” –leemos en la
página 172. Es un libro lleno de guiños, de nombres, de juegos, de magia, de
espejos… Josefina da muestras sobradas de ser una excelente retratista. Si todo
el libro puede leerse como un gran retrato de época, lleno de descripciones,
página a página se van alternando la prosopografía y la etopeya hasta conseguir
una especie de museo de lentes y espejos, un álbum casi fotográfico de
“Ejemplares vivos a la luz de la luna”. Un lugar mágico a caballo entre el
grimorio y el bestiario. Es un libro para disfrutar de lo lindo, idóneo para
releer, porque con cada nueva lectura el idioma de sus espejos/espejismos puede
ser otro distinto. Y cuidado con los destellos/reflejos que también encandilan.
Y sin desmerecer a nadie, Josefina no es una autora que trata temas por
encargo, escribe lo que quiere sin pensar en los premios o en los
reconocimientos, pero podría publicar en cualquier editorial por mérito propio.
Es mi opinión.
Opiniones de un lector
Custodio Tejada
Siempre hay más de lo que vemos
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