3.
Belchite, pueblo de historia larga (restos de la edad del Bronce) mantuvo una
economía agrícola próspera, especialmente entre los siglos XVII y XVIII, y una
compostura de finas torres mudéjares y monumentos arquitectónicos sólidos, como
sus cuatro puertas de entrada orientadas a los cuatro puntos cardinales. A día
de hoy conserva el Arco de la Villa (restaurado en 2008), la iglesia de San
Martín de Tours (mudéjar, en restauración) y la de San Juan (siglo XVI, torre
del Reloj), parte del convento de San Rafael (hermanas domínicas, siglo XVIII),
y del Convento de San Agustín (siglo XVIII, agustinos, barroco).
Con
anterioridad a la Guerra Civil, Belchite ya había servido de escenario a
batallas cruentas y perdidas; la más notable la ocurrida en 1809 en el marco de
la Guerra de la Independencia; Palafox se asentó en la villa para enfrentarse
al ejército francés: derrota y destrucción, victoria francesa que figura en el
Arco de Triunfo de París. De esta guerra Belchite salió debilitado, pero nada comparable
a la aniquilación que sufrió en el verano del 37. El ejército republicano,
atendiendo a objetivos militares (abrirse paso a Zaragoza) y políticos (se
habla del afán de ganar prestigio internacional), cercó y asaltó la ciudad; la
resistencia fue enconada, se sucedieron bombardeos sistemáticos, combates casa
por casa, la rendición y huida desesperada de unas trescientas personas… Cuando
el ejército republicano tomó el pueblo, habían muerto unas cinco mil personas, en
quince días (del 24 de agosto al 6 de septiembre).
No
es mi intención ofrecer aquí la historia detallada de la Batalla de Belchite,
con todas sus implicaciones y consecuencias, de manera que de un salto me planto
en el final: la victoria franquista y la decisión de no reconstruir el pueblo,
de conservarlo como testimonio de la devastación bélica. Sin duda, en un
principio, se pretendía señalar la saña destructiva de “los rojos”, pero gran
parte de los españoles comenzó a entenderlo como símbolo de la atrocidad de la
guerra, de cualquier guerra. Así se manifiesta ahora y así lo entiendo yo; con ese
espíritu antibelicista se abre a las visitas, lo que no impide reflexionar
sobre las circunstancias concretas de la terrible Guerra Civil.
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