martes, 18 de noviembre de 2025

Un paseo por el Cementerio Inglés de Málaga

 Con alegría, por el Premio Nacional de las Letras Españolas concedido a María Victoria Atencia

                    
                    1. Violette

Inicio la serie con la tumba de Violette, niña que apenas  se asomó a la vida; su pequeño tamaño y el epitafio conmueven a cualquiera que lo mire y lea: “ce que vivent les violettes”, “lo que viven las violetas”. Apenas un mes de vida, pero suficiente para ocupar un lugar en nuestro recuerdo, en especial desde que María Victoria Atencia le escribió este poema:

Porque te fue negado el tiempo de la dicha
tu corazón descansa tan ajeno a las rosas.
Tu sangre y carne fueron tu vestido más rico
y la tierra no supo lo firme de tu paso.
Aquí empieza tu siembra y acaba juntamente
—tal se entierra a un vencido al final del combate—,
donde el agua en noviembre calará tu ternura
y el ladrido de un perro tenga voz de presagio.
Quieta tu vida toda al tacto de la muerte,
que a las semillas puede y cercena los brotes,
te quedaste en capullo sin abrir, y ya nunca
sabrás el estallido floral de primavera.

Acompañan a Violette numerosos “vencidos al final del combate”, como Robert Boyd, joven generoso y valiente que financió la expedición de Torrijos a las costas de Málaga y lo acompañó en su pronunciamiento contra Fernando VII en diciembre de 1831. Todos, Torrijos y sus sesenta acompañantes, cayeron en la trampa que les tendieron los absolutistas, muriendo unos en el desembarco y siendo fusilados los cuarenta y ocho restantes en la misma playa, sin juicio.

                             2. Cenotafio de Robert Boyd

Héroes vencidos, marineros en naufragio, víctimas de todas las edades de desastres y epidemias descansan en este cementerio, pero también altos cargos políticos y militares, comerciantes exitosos, embajadores, reconocidos escritores (entre ellos, Jorge Guillén), unidos por la muerte y por su no pertenencia a la iglesia católica… ¿Entonces, sería apropiado llamarlo camposanto? En sentido estricto, no, pero sí en una verdad más amplia: todos los muertos merecen el mismo respeto, aunque solo sea porque saben lo que los vivos no sabemos. Si es que hay algo que saber.

Cercanía al mar, descuido y unas extrañas tumbas en ladrillo rojo cubiertas de conchas marinas a modo de ornamento; son estas las más antiguas y anónimas, llamativas en su pobreza.

Epitafios ilegibles, borrados y barridos por viento y tiempo; sepulcros viejos y anónimos frente a impolutos mármoles ilustres y recientes; cenotafios como el de Robert Boyd –sus restos yacen en alguna parte del patio más pobre─, quiebra de lápidas finamente labradas. Tumbas dispersas en un jardín mediterráneo de árboles que alivian la crudeza del sol sureño; en mi visita, entre luces y sombras, sorpresa, hallazgo y curiosidad.

Mirad las imágenes, no forman un reportaje, sino un acercamiento estético a un lugar especial.

3. Sepultura de Ethelbert F. Coddington, guardiamarina de la Armada de los Estados Unidos, nacido en Nueva York y muerto a los 23 años en aguas cercanas a Málaga, "Juventud, esperanza y valor duermen con él".

              4. Tumbas marcadas, más o menos olvidadas

5.Uno de lo monumentos más notables es este ángel que preside el sepulcro de Mary Ann Heaton (1868-1911).

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    10. Sepulcro de M.P. Beecher, comerciante; de ahí la placa de Mercurio a lomos de un delfín.
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    20. Placa de bronce que recuerda a las más de cuarenta víctimas mortales del naufragio del buque escuela, alemán, Gneisenau.
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    32. "Aquí nació" y "aquí volvió", extraño viaje.

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34. Camuflaje de gato subiendo por el talud que separa niveles del cementerio


...........Una visión histórica completa sobre el Cementerio Inglés la ofrece la revista Cuadernos del Rebalaje, nº 45, enero-marzo 2019:

Cuadernos del Rebalaje ®

DL : MA 702-2016 | ISSN (ed. impresa): 2530-6286 / (ed. digital): 2174-9868

Publicación monográfica sin ánimo de lucro, de periodicidad trimestral editada desde 2010 por la asociación cultural Amigos de la Barca de Jábega.






























lunes, 29 de septiembre de 2025

Sueños, cine

 SUEÑOS, CINE



Ojeando escritos encuentro notas que recogen un sueño habido en Guadix cuando vivía allí y contaba poco menos de sesenta años. Soñé, como suele ocurrirme, desde otra conciencia, desde otro yo completamente ajeno a mi persona. Me veía, me sentía, era… una joven de unos dieciocho años, menudita, rubia, de rasgos equilibrados. Entraba al ministerio de educación, a sus dependencias guadijeñas, a un vestíbulo gris, pero espacioso y limpio, y me dirigía a una ventanilla para preguntar cómo podía recuperar el curso perdido a causa de una larga enfermedad; “¿qué clase de enfermedad?”, “Depresión”, respondía yo. Y en esto sí había algo mío; ojalá en mi juventud me hubiera atrevido a declarar que padecía depresión; claro, que para eso, hubiera necesitado saberlo y que se considerara enfermedad, cosa que no ocurría en aquel entonces.

En fin, debería haber detenido mis estudios y concentrado en curarme. No sucedió así. Vuelvo al ministerio, donde la conserje me condujo ante un despacho donde debía esperar mi turno. De la antesala vacía y poco iluminada, partía una escalera ancha y descendente; movida de curiosidad, me asomo y decido bajar. Un tramo me basta para descubrir una sala extensa, apenas amueblada con divanes arrimados a la pared, donde un par de mujeres deambulan sin propósito visible: ¡pero si es un burdel! Ciertamente la casona del Ministerio de Educación en Guadix daba para albergar sin estrecheces a más de una institución. He usado los signos de admiración, pero lo cierto es que no me admiró demasiado la existencia del burdel; mayor fue mi asombro al reconocer en la madama a una amiga querida, bastante íntima a pesar de la diferencia de edad. Manteníamos nuestra amistad en secreto; ella por prostituta estaba mal vista en el pueblo; yo sabía de su oficio, pero no de su rango. Aparentaba unos cuarenta años maltrechos, de  cuerpo desbordado y rostro recorrido por arrugas blandas, tipo bulldog.

Reímos al vernos, nos abrazamos, me puso un café, me presentó a sus chicas: puertas pintadas de blanco se fueron abriendo para dejar salir a mujeres vestidas de satén ajado. A la vista iban quedando habitaciones destartaladas en paredes y camas. En cambio, las chicas eran jóvenes y frescas, aunque vestidas a la vieja usanza: visos, corsés, enaguas. Su aderezo me recordaba a mi madre y su tiempo, cuando se decía “llevaba un deshabillé”; yo diría que más que vestidas, iban pobremente desvestidas.

El burdel solo tenía un acceso que servía de entrada y salida. Cuando quise irme, la madama me cerró el paso. Llaves echadas, cerrojos, rejas… Me convirtió en puta, una de las más jóvenes, aunque seguía alardeando de nuestra amistad, sin entender mi rabia, dirigiéndose a mí cariñosamente, como si no me estuviera violentando.

A partir de ese momento, el sueño se volvió pesadilla, una sucesión de intentos de huida fracasados; hasta que desistí y me conformé, como las demás: nos bastaba salir por la única ventana sin rejas, que daba a  las vías del tren, vías muertas cercadas de alambre imposible de saltar. Allí, junto a los raíles, las enaguas levantadas, nos tendíamos a tomar un sol apenas cálido. Calladas. No había liberación posible.






……

Solo ahora, al escribirlo, he comprendido el final de este sueño y el papel modelador que en él jugó una película: Propiedad condenada se llamó en España (This property is condemned, título original). Magnífica, con Natalie Wood y Robert Redford, acompañados de Charles Bronson y Mary Badham (la niña de Matar a un ruiseñor). Dirigida por Sydney Pollack, estrenada en 1966, con guión, entre otros, de Francis Ford Coppola, sobre una obra de teatro de Tennessee Wiliams.

Su ambiente de miseria, fatalismo y belleza me marcaron hasta el punto de re-vivirlos en una ficción de trama diferente, pero sabor semejante.

Os recomiendo sumergiros en “Propiedad condenada”, sin necesidad de hundiros en pesadillas.



    

viernes, 15 de agosto de 2025

BUSCANDO A HUIDOBRO, ENCONTRANDO A GORAFE: DESPIDIÉNDOME DE LA GALERÍA ARRABAL.

Conozco la obra de Vicente Huidobro (Chile, 1893-1948), pero de Alejandro Gorafe –Alejandro García del Saz (Granada, 1962-2024)─ conocí además la voz y la sonrisa, durante unos años, pocos pero suficientes para sentirme agraciada con su amistad.

Gorafe era un verdadero artista, por talento y por trabajo; poseía imaginación, ingenio, conocimientos, chispa, sentido del humor, independencia, constancia… Y aplicaba estos dones a la creación, en obras siempre nuevas y sorprendentes. Creía en el arte y lo abordaba en sus múltiples aspectos: escultura, pintura, poesía visual, ilustración, diseño, performance, videoarte… Por si no bastara, ofrecía además simpatía, sencillez de trato, amabilidad, firmeza, confianza. Y generosidad, como demostró sobradamente en su dirección de la Galería Arrabal&Cía, que fundó junto a Pepe Arrabal en el 2005. Alejandro murió el 28 de noviembre del 2024, a los 62 años, y el mundo se quedó un poco más oscuro, o así lo vemos quienes le conocíamos.

Sabida es la dudosa justicia de la fama y el reconocimiento; Alejandro Gorafe merecía más de una y otro, aunque a él no parecía importarle: trabajaba en lo que amaba y lograba más que la mayoría. Cientos de exposiciones, colectivas e individuales, propias y como montador y curador; ilustrador de libros, catálogos, revistas; veinticinco años largos de trabajo como diseñador y montador de exposiciones en el Museo Casa Natal de Federico García Lorca, en Fuentevaqueros. Con la mitad de los frutos y los hitos que consiguió Alejandro, muchos se moverían por el mundo como fantasmas superfirolíticos; él no, él no necesitaba adoptar ninguna pose.

No es este lugar para analizar su obra, ni yo soy crítica de arte, tan solo propongo unas claves mínimas para abordarla: construcción en el vacío y con el vacío; tramas planas y volumétricas que participan de la inmaterialidad; objetos reciclados y encontrados; poesía, humor.

Como homenaje y despedida, en el mes de junio del presente año se celebró una exposición de Arte Postal en la Sala Arrabal, impulsada por el también artista Javier Seco. Amplia fue la participación y largo el viaje, pues ha pasado por el País Vasco, Granada y Colombia. Al compartir mis “postales” no pretendo lucirme, sino extender el recuerdo de Alejandro Gorafe y rendir tributo a la Galería Arrabal, a la Asociación del mismo nombre, y a todos sus miembros. Ha sido un honor estar ahí.




Cartel de la exposición de arte postal celebrada en el mes de junio pasado. Con ella nos despedimos de un espacio de arte y amistad impulsado principalmente por Alejandro Gorafe, pero no solo por él: numerosos compañeros pertenecientes a la Asociación Arrabal han organizado, expuesto, movido, montado... En un trabajo fatigoso, callado e imprescindible.
Gracias a todos y todas.


 

 

 

 


Esta última exposición se celebró en el mes de junio; las "postales" en vuelo colgaban de redes leves y el aire se llenó de mensajes.

Echaré de menos el hermoso ensamblado de vigas del techo de la galería. Tantos recuerdos...















Acaba una etapa, hay que buscar un nuevo camino.




Cabellos acaracolados. Obra de Gorafe.

Humor y poesía.









     Instalación escultórica que juega con el vacío y las estrellas. De Alejandro Gorafe, y en Gorafe, su tierra, su cielo.

                         Poema visual (A. Gorafe)

                       Obras compuestas en 1984, y digo "compuestas" porque tienen buena parte de música.


"Aracne", en los cielos de Gorafe pueblo.
















     No perdáis de vista las palabras que actúan como eje en este cartel-espejo: idea-arte-amor-visión-sinceridad-creatividad-pensamiento-metamorfosis-complejidad-construcción-materia-la luna-juegos-magia-ritmo. Reflejan la actividad de Alejandro.


Exposición ya póstuma, en el Ateneo de Málaga: Construir el aire.

Mi contribución postal, jugando con las palabras al modo de Huidobro, compuse un lema mágico-lúdico para Alejandro: 

Volondrina Alondrina---Volando

Alondra Volondra Cantando: 

Alejandro Alegrando.

    Una de las formas que componen "1984" se vuelve estrella en medio de un huracán.


De nuevo juego con "1984" y añado como fondo parte del "Atrapavientos". El ángel lo tomé de la catedral de Jaén. El reverso es el siguiente:

Lo escrito en negrita es de mi cosecha, los versos restantes, de Vicente Huidobro.


La puerta de la Galería Arrabal, ya cerrada.