domingo, 16 de marzo de 2025

Condenados a ser rotos vivos

 

Ocurren crímenes, maldades tremendas todos los días que llevan a muchos a desear más policía, más vigilancia, más castigo, más fuerza. Ignoro la solución a la delincuencia, en especial, cómo evitar el desprecio a la vida ajena que denota una parte de los asesinatos que se cometen, pero sí sé esto: el Derecho no ha de basarse en el miedo ni en la fuerza, la Justicia no puede caer en los mismos desmanes que condena.

Como ejemplo de Justicia inaceptable para nosotros, habitantes de un siglo que aspira a la democracia, traigo aquí la copia de un curioso documento, regalo de una buena amiga: la sentencia dictada en 1759, en el Tribunal de Lyon (Francia), contra unos ladrones y homicidas. Se les condena a “ser rotos vivos”. Ya sé que sería mejor traducción la de “descuartizados vivos”, pero prefiero la de “rotos”, por más directa: manifiesta toda la fuerza del hachazo y nos enfrenta con los límites admisibles en la imposición de las penas. Tal vez podría referirse a la rotura de los huesos, pero esa pena solía complementarse con otra de muerte efectiva, y aquí no aparece esa pena complementaria.

La reflexión sobre estos aspectos me ha llevado a consultar algunos trabajos sobre la historia de la penología; en concreto, en el Antiguo Régimen; así  me he encontrado con una figura señera en la Historia del Derecho, don Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA en 1996, en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid. Un asesinato injustificable que se pretendía ajusticiamiento.

También he descubierto a Cesare Beccaria, del que conocía la importancia de su tratado “De los delitos y las penas” (publicado en 1756), sin haberlo leído;  ahora que sí lo he leído, me quito el sombrero ante la claridad e inteligencia de su enfoque, en completa consonancia con la sensibilidad actual. No me resisto a citar alguna de sus frases: “las leyes, que únicamente son, o debieran ser, pactos de hombres libres”, “una crueldad consagrada por el uso en casi todas las naciones es la tortura del reo mientras se forma el proceso”, antes de saber si es o no culpable, propiciando así “que el dolor se convierta en piedra de toque de la verdad”, “No es útil la pena de muerte por el ejemplo de atrocidad que dá á los hombres. Si las pasiones ó la necesidad de la guerra han enseñado a derramar la sangre humana, las leyes, moderadoras de la conducta de los hombres, no debian aumentar este ejemplo feroz, tanto más funesto cuanto que la muerte legal se da con estudio y con formalidades”.

Comparto las fotocopias del documento porque me parece muy interesante (y para alardear de mi tesoro). Resumo el texto, salvo los detalles más curiosos y la sentencia, que transcribo completos:

Resumen:

Atacan una ermita, intentan derribar la puerta sin lograrlo, a continuación procuran sacarla de sus goznes; amenazan con prender fuego a la casa del ermitaño si no les abre; disparan a través de la puerta con un fusil (sic), hiriendo al compañero del ermitaño; el ermitaño se defiende con otro fusil… Entran practicando una fractura exterior, y aunque en estas páginas no consta el desenlace, de la sentencia se desprende que hubo algún muerto, por cuyo asesinato son juzgados.

Asimismo, se les juzga por otro robo con fractura en los dominios del Señor de Reynard.

Vamos a lo más impresionante, en traducción literal:

Juicio prebostal y en última instancia

PRONUNCIADO contra Jean Giraud apodado el Suizo, Claude Mure llamado Pata de Palo y Catherine Boiron viuda de Philibert Ducoin ajusticiado a muerte en París hace tres años, concubina del dicho Giraud, prisioneros los tres: juicio que declara que los mencionados Giraud  y Mure, reos convictos de robo cometido con fractura exterior, en el dominio del Señor Reynard, en la parroquia de Lantilly, así como de robos y asesinato en la Ermita de Grandjean parroquia de S. Just del Loira: los condena a ser rotos vivos, siendo previamente sometido el mencionado Giraud a cuestión ordinaria y extraordinaria. Y que se aplace el juicio de la mencionada Boiron hasta después de la ejecución de los mencionados Giraud y Mure.

A 2 de junio de 1759

Para reparación de lo cual, y de otros casos resultantes del procedimiento, el dicho Jean Giraud y Claude Mure son condenados a ser rotos vivos en los brazos, piernas, muslos, lomos, por el Ejecutor de la Alta Justicia, sobre un cadalso que se erigirá a este efecto en la Plaza pública de Terreaux de esta Villa y a cien libras de multa a cada uno para el Rey; siendo el dicho Giraud previamente aplicado a la cuestión (tortura) ordinaria y extraordinaria para obtener de su boca la revelación de sus cómplices y de algunos hechos resultantes del proceso.

Se ordena además que el presente juicio sea impreso, leído, publicado y fijado, tanto en esta villa como en Latilly, en St. Justo del Loira, San Martín de Arriba, San Etienne de Forez, y por todas partes donde fuera necesario.

En Lyon, imprenta de P. VALFRAY, impresor del rey, 1759.

De seguro, el dador de la sentencia nunca imaginó que también sería fijada y leída doscientos sesenta y seis años después, en España.





jueves, 27 de febrero de 2025

Libros en estratos


Aunque ando promocionando mi nuevo libro, Cuentos desobedientes (ed. Entorno Gráfico), dedico esta entrada a Ejemplares vivos a la luz de la luna, novela singular que publiqué en el 2021, si bien, no la di a conocer hasta el 2022. La considero peculiar, sugerente y rica en observaciones. El espejo, el doble, la identidad, la sombra, el mal, la difícil verdad… La libertad, los recuerdos, el cine. De todo esto trata, encarnado en personajes que indagan en lo visible y en lo invisible.

Me resulta triste la manera en que se suceden los libros, no uno tras otro, sino uno sobre otro, como estratos, de manera que parece que cada libro oculta al anterior; por eso, aunque sea brevemente, quiero recordar estos Ejemplares vivos a la luz de la luna compartiendo algunos párrafos del capítulo I, llamado EL EFECTO MARCELINO:

p. 14  “Le temo, le tengo odio. Siempre –‘siempre’ debería ser palabra prohibida a los humanos, demasiado grande para nuestra pequeñez, pero ‘siempre’ ha sido unos de mis vicios de pensamiento─ he mantenido difíciles relaciones con el espejo. Malas. O muy malas. Diría que me mira con enojo. Aunque, no… De pequeña me divertía mirarme, igual que cualquier animalillo joven, supongo que al principio no me reconocía e intentaba jugar con esa otra niña de cristal, como un gatito con otro, aunque ese otro sea un extraño doble, frío e idéntico, y se nos vuelva inquietante y nos roce un soplo de desazón porque nuestro aliento se transforma en vaho y la otra allí dentro no tiene aire y nos provoca un indefinible ahogo en el alma.

¿De verdad fui aquella niña? ¿Existió alguna vez? ¿Qué queda de ella? Mi recuerdo, alguna luz en la sonrisa, la misma timidez. Y la hija perenne, la tozuda que se negó a ser madre.

Quedan también el juego de los reflejos y la pasión por los escondrijos que me llevan a creer en lo imposible. Queda la misma tonta, guarecida bajo un nombre ficticio, y unos cuantos jirones de pasado a los que doy el nombre de biografía, enganchados en arbustos genealógicos y espinas de familia; rasgos tejidos en agujas varias, las del reloj, las de tricotar, las que cosen el alma a los talones; perdón, no el alma, la sombra: se me cruzó Hitchcock con Peter Pan y su sombra mal pegada.”.

(…) p. 17 “Sabiduría… Qué más quisiera, los años me han traído conocimientos, experiencias, sucesos insólitos, algo que fue amor, amistades y odios. He asistido, captado y tomado nota de prodigios que casi nadie llega a presenciar; sé de espectros, apariciones, psicofonías; en cambio, me falta algo tan simple como la sensatez necesaria para aceptarme, para aceptar mi cuerpo, cosa que personas menos inteligentes y más feas consiguen, no hay más que observar por la calle: auténticos adefesios pasean su palmito con luz y garbo. Y hacen bien, se aman, se quieren como son, mientras yo aquí sigo, manteniendo una lucha perenne conmigo misma.”.

“Estoy tan cansada… Vislumbro el otro lado. Cuanto más conozco, menos comprendo. A veces envidio a los ‘psíquicos’, o como prefieran llamarse: videntes, sensitivos, paragnostas… Me quedo con ‘sensitivos’, total, tanto nombre para algo que en definitiva no entendemos: poseen la capacidad de ver lo invisible, de percibir lo extrasensorial, de cruzar la frontera de la realidad común. Claro, como en todo, cuanto menos sabemos, más palabras gastamos.”.

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Las fotografías, elegidas por su poder de evocación.










jueves, 23 de enero de 2025

Mofeta en su tierra


        La siguiente semblanza forma parte de mis Cuentos desobedientes (Entorno Gráfico Ediciones)

MOFETA EN SU TIERRA (Si alguien se identifica con este retrato, por algo será).

Kico es pequeño, alopécico, rasposo, tan duro que se diría todo de pedernal… si no fuera por la facilidad con que su corazón se rinde a los halagos, “¡Oh, tú, el inteligente, el intelectual, el poeta!”.

Exseminarista rebotado al Partido, se proclama comunista mientras pule con cuidado sus deportivas de marca y ordena por colores sus exquisitas camisetas. Poco se sabe de sus finanzas, pero notoriamente ejerce como bufón resentido en su comunidad de provincias, donde enarbola su mayor gracia, la de imaginar proyectos geniales que llevarán la cultura al pueblo y a él lo harán rico; si bien, para realizarlos ha de engañar a algún pardillo al que nombrará socio capitalista. Los espectadores de sus maniobras aplauden su habilidad, se conduelen de la víctima del fraude y comentan “¡Cosas de Kico!”.

Pero de entre todas las empresas apetecidas, y son innumerables, hay una que le gusta a rabiar: desempeñar el papel de Pigmalión. En una ocasión, asistí de principio a fin al desgraciado proceso: eligió a una joven bien dotada en todos los sentidos, un “diamante en bruto”, a la que prácticamente adoptó y sometió a inacabables horarios de trabajo; “hazlo así, lee estos libros, pon atención, ahora esta película, escucha el disco, busca la dirección de, investiga en Internet… ¡Cuánto vale esta chica!, ¡cómo trabaja, qué entusiasmo!, ¡llegará lejos!”.

Ella le adoraba, obedecía, confiaba… Un idilio, hasta que la criatura-estatua comenzó a moverse, al fin Kico le había insuflado su espíritu, pero… ¿Qué es esto? Si resulta que se mueve como un ser independiente, impredecible, tan distinta al títere deseado, que debería agitarse solo por tirones del hilito.

Estallan entonces los gritos de “¡Traición!, ¡Se lo he enseñado todo y se va con mis logos y mis ideas!, ¡Con lo que yo he hecho por ella!”. Inútil replicarle “Sí, la has hecho trabajar sin sueldo, le has dado esperanzas sin base, has invertido su dinero sin darle ninguna explicación. La has hecho llorar, la has insultado, despreciado, y por último te ofende que se mueva sin tu permiso”.

No le demos vueltas, pase lo que pase, el ofendido siempre será Kico Gominola. Sufre infinitamente, le traicionan, nadie reconoce su talento, es un genio incomprendido. Ya se sabe, nadie es profeta en su tierra. Pero mofeta, sí.

  1. Vigilando, por si aparece el Seudopigmalión

                            2. Medio escondida, para que no la encuentre Kico

    3. Subida a una altura a la que no llega el interfecto